Ídolo

Ídolo
Morrissey

domingo, julio 30, 2006

No tengo sentido de pertenencia ni de propiedad. Hace un momento, al llegar a la casa de mi familia, mi madre se quejó del nuevo guardia, el cual no preguntó quíénes éramos, aunque, seguramente era obvio que teníamos cara de rateros... de primer mundo. Sorry, no es racismo. Sin embargo, a mí no me importó un bledo, me dio igual si nos robaban o no. Es más, ya lo hicieron hace unos tres o cuatro años. Me robaron 60 dólares y tampoco me importó. Ni al miedo de quedarse en la calle, ni al quedarse sin ropa ni perro que te ladre. Ah no, mentira, lo del perro creo que sí llegaría a importarme. Creo que siempre se repite el cliché del perro amado, así que no entraré en detalles.

Quisiera ser Svetlana

Si yo me llamara Svetlana sería rubia y ojiazul. Quizás atleta o bailarina desde los cuatro. Salto de garrocha o Ballet de Moscú. Habría nacido con la Perestroica y tendría el lunar de Gorbachov prendido en la retina -aunque yo también lo tengo-. Si me llamara Svetlana odiaría la Polka y estaría más cerca de una california girl que de Rasputín. Pensaría que la perra laica es una perra histórica y que la caída del muro me convirtió en una california girl.

Antagónicos

Tengo mucha suerte, después de todo, de no ser una gorda infeliz. Yo estoy convencida de que no existen los gordos felices, pueden haber gordos contentos pero nunca felices. No es lo mismo.

Yo tenía un amiga en el colegio, era gorda y sufría mucho. Para compensar se acostaba con todo el mundo que le ofreciera una sonrisa y entonces, el que le mostraba los dientes poco tiempo después se arrepentiría porque empezaría a ser acosado telefónicamente día y noche. Ella se enamoraba a cada rato y ninguna de las mil dietas funcionaron como ella y todos habrían querido. El mundo la quería flaca y por eso estaba segregada, en la línea de al frente: la línea de los gordos. Aunque pensemos que están junto a nosotros ellos van por la otra vereda, siempre cautos, siempre sintiéndose observados, creyendo ser juzgados a cada paso. Y el desprecio colectivo contribuye sobremanera a su destrucción. Sí, la gente, más en concreto los jóvenes y más claramente los adolescentes pueden ser devastadores. Pueden crear huellas profundas imborrables. La vida está llena de acomplejados. Todos lo somos. Bastó una sola mirada esquiva para que nuestro interior se derrumbara y para siempre nos sintamos rechazados... hasta que la magia del alcohol o ciertas drogas nos devuelvan la fuerza de la seducción. El poder que nos da el erotismo ebrio.

Yo misma cuántas veces me he sentido frustrada de no atraer a quien quisiera y otras tantas, en cambio me he sentido la reina del amor. Venus. Venérea. Vestal. A punto para servir al placer, para obtener de él la felicidad, los espasmos, la resonancia que produce el choque de la carne. Sí, el choque físico como golpes de picapedrero, el choque terrible con muertos y heridos, porque no hay placer que sobreviva a la pasión sin sangrar. Hemos tenido miles y miles de oportunidades de purificarnos con la sangre, pero siempre elegimos la carne. Al menos yo. Porque carne y sangre no son lo mismo. Es terriblemente interesante separar dos elementos corpóreos de tal manera que resulten antagónicos. La sangre al ser vida y muerte al mismo tiempo se contrapone a la carne que es agonía nada más. La sangre es extremista. La carne es vagabunda, duda, desconfía. La sangre tiene un halo sagrado, sacro, espiritual, espirituoso como el vino que ablanda la carne que tragamos y ayuda a digerirla.

Somos partícipes directos de la sangre y de la carne en la concepción. Carne = Hedonismo puro, cero finalidad. Carne y sangre = Fin altruista, reproductivo. Y aunque suene a clase de educación sexual... En fin, la sangre es purificadora y a la vez venenosa si no está limpia. Todas las toxinas de nuestra carne pecadora son arrastradas por este líquido que “purificará” nuestro cuerpo oxigenándolo. Entonces, el aire es el límite, es el borde, el margen y el lindero entre la carne y la sangre. Por lo tanto, vivimos en el límite ¿Por qué? Simple: Porque si no nos ahogaríamos, estaríamos cianóticos, luego fríos y con el rictus del rigor mortis. Conclusión: El que decida vivir de la carne o de la sangre sin aire, está muerto. Límite o extremos...

El problema de la gordura entonces, es la falta de levedad. Cómo podríamos acompañar en paz al aire y ser tan volátiles como él pesando casi trescientas libras. Cómo. Imposible. Por eso los gordos viven ahogándose y si no me cree siéntese usted junto a un obeso y vea cuánto le cuesta respirar. Porque de eso se trata, de respirar para vivir más, y si no me cree, pregúntele a su profesor de yoga. Respire bien y vivirá más y mejor... Ja.

sábado, julio 29, 2006

yoyo

yoyo

Ya lo sabía de antemano

Yo dije hace un rato que ser adulto parecería saber las cosas de antemano... Juguemos a la adultez oh divino tesoro de lo conforme, es decir de lo conformado.

Quién piensa que esos témpanos no se equivocan cuando desde ese ser a escala, desde allá abajo observamos a los gigantes. Luego, un día, ves que titubean y que no te pueden proteger más, y que son falibles. Oh oh, como que llegó la hora de ser adultos. Ya pues médico idiota. No me dió la gana y sigo aquí. Alargaré esta estancia lo más posible, porque simplemente no me da la gana y no quiero que nadie me diga que pienso como de 30, porque en realidad tengo siete, a lo sumo diez, y siempre los tendré. Niña viejita. Niña viejita mirando por la ventana. ¿Sería ADD? Yo la verdad no tengo idea de qué voy a hacer mañana, que es domingo y aparte de dominguero, no se me ocurre qué más podría hacer yo, si para mí, en estos momentos, todos los días son iguales. Every day is like sunday, ya lo dijo mi amado Morrisey. Yo la música definitivamente no la puedo tomar así tan a la ligera, por eso sé que quien tiene 4 gigas de música en su compu, no tiene idea de lo que escucha. No se hagan. Yo me quedo con el CD, y la pasión de saber quién chuchas me está cantando. Por eso soy amante contínua. Amante de cine contínuo, que se manosea con el objeto deseado durante toda la función... mi amor, mi lugar, antes de que usted llegue, era todo saudade.

No tengo tiempo, no quiero, no estoy, no hay. El artista del no. Ajá. Take on me, take me on. Yo a veces regreso en el tiempo y también quiero salir del cómic dándome contra las paredes. Y no es moda lo mío con los ochentas, yo sí viví la música en aquella época, por Dios que la viví con una sensibilidad insólita, que aún me arranca lágrimas de pura víscera. Como en el mercado. ya saben que las vísceras y la carne en general apesta, fuera del cuerpo apesta, entonces: ¿Todo lo que pierde su forma original, lo que se destaza apesta? Al parecer sí.

No sé a qué rato entré

No tengo idea si lo lograré. Mantener un blog, siendo casi casi peleada con la techology, soy un caso difícil, hace unos meses abrí otro blog y me dio miedo. Supongo que no hay por qué temer, todo el mundo expone las tripas y la caca incluso. Ya a nadie le importa cacar cuando le ven. Yo, cuando era niña, no soportaba que mi mamá me sostenga en el aire cuando me daba ganas de orinar en algún baño público, ella quería controlar mis uréteres y esfínteres, pero no, no lo lograba, era el pudor quien lo hacía, o a lo mucho la verguenza. Luego, después de un intento de liberación de humores frustrados, salía como ultrajada de los baños públicos. Algo bueno aprendí de ello: Que existen las infecciones urinarias, por continencia. Como deben existir muchas enfermedades por simple continencia, o por puro aguante como se dice. Eso sí, no lo sé si por abstinecia se consiga salud, eso era al menos, lo que yo llegé a pensar los últimos tiempos. Es que ya es horita de dejar de hacernos los europeos culeones que viva el sexo one night stand! ¿No lo creen? Como sea, el otro día decía mi hermana algo que yo ya sabía: Que a su amiga el doctor-oh ingenuo doctor tercermundista- le había dicho que se case para resolver los dolores que le sobrevenían cada mes rojo. Mmm... no sé, la verdad en mi caso ha sido al revés, pero no entraré en detalles. Es más, no sé si en realidad alguien irá a leer esto o si yo lo continuaré.
Yo quería hablar de otra cosa, luego corrijo lo de antes. Ayer me fui a un evento multidisciplinario, como todos esos multis, polis, sinergicos complementarios eclécticos momentos adolescentes que vive la cultura últimamente. Cinco amigas dando vueltas de centro comercial, sólo que ésta vez eran bailarines tristemente contemporáneos en el clásico tira y afloja revolcado... A dónde vamos a parar así, dijo mi amigo, que aveces suelta genialidades propias de un amargado. Otro de ripley:(¿así se escribe?) Ese cantautor que vino de Argentina porque allá no era nadie y... aquí algo es... Todo esto con el tonito ese, antañezco entre abuelesco y andino. No sé si me entiendan. Pero bueno, la sucesión de actos intercalados con suspensivas apariciones de bailarinas tetonas(¡cómo una bailarina puede ser tetona!) me hizo pensar que mi cuerpo habría calzado mejor allí, por lo menos les habría beneficiado con esa ilusión óptica estética, y les habría dotado de un espejismo de elegancia. No no no, nuevamente me desvío del tema, eso dicen que es algo... Luego aparecían abuelitas leyendo poemas y señoras leyendo poemas, y señores de terno leyendo poemas. Prende y apaga. Sube y baja el telón. Y un super mix de nada, porque si por ahí aparecían tintes épicos repetitivos, nacionalismos malentendidos, analogías anacrónicas y paralelos de la historia sociopolítica mundial, por qué me cayó mal cuando el Hugo Hidrovo citó una frase del Che. ¡Ya pues, hasta cuando! Nadie se la creyó, todos esos músicos eran más honestos tocando sus temas honestos, no los que, por encargo -cual músico de la corte- habían compuesto para aquella noche. Qué sabíamos todos de aquellas letras sino el cliché de aquella Manuela Sáenz que ya me tiene hasta las pelotas -las tengo en la mente por si acaso- pues con envidia malsana reconozco que no soy el modelo de la mujer emancipada. Manuela: No nos hagas quedar mal por favor. Manuela reconstruida y mediática: No ames tanto a Bolívar, era un ególatra, como todos los grandes hombres. Chiquito pero picoso.
Ay señores, podría seguir y seguir, pero ya estoy cansada, mi mamá me puso un chal en la espalda, dice que afuera hace cuatro grados. ¿Le creo? Ah, no el referente viene de un comentario que puse en otro blog, no, olvídenlo.

El cumpleaños de la no violada

Hittler a veces tenía razón. Yo, por esta afirmación podría ser, no linchado, no, a estas alturas no, más bien rechazado y juzgado por un grupillo de actores ¿sociales? de ¿intelectuales? metidos en todo. Siguiendo el hilo de la historia, digo, lo único, pero lo único que nos hace compadecernos de los judíos es ver, y ojo digo ver, las crueldades de las que fueron objeto durante la segunda guerra mundial. Por lo demás, siguen siendo unos sátrapas para el mundo entero. Si nunca ocurría el holocausto judío, jamás nos habríamos hermanado tanto con ellos. Jamás, y de eso estoy seguro. Así que como una brutal afirmación, me atrevería a decir que les ha convenido todo eso… Limpiaron su nombre, los repatriados.

Luego de ver un documental en el festival anual de la ciudad me quedé con la sensación de que estaba obligado a compadecerme del desgraciado, y eso para nada es una justificación para sentirse solidario y bondadoso. Un escritor narraba en papel su trayectoria de judío alemán durante el tercer reich y la segunda guerra mundial. Lo de las vicisitudes, anécdotas trágicas, prohibiciones absurdas quedó velado por un elemento que me agradó lo suficiente: El escueto análisis lingüístico incluido. La lengua pobre hasta para insultar, el idioma improvisado, inventado, el desprecio a una lengua que cada día se reinventa. Un escritor que en medio del caos se toma el tiempo de ser un filólogo testigo de las mutaciones lingüísticas de un imperio ridículo pero admirable, es todo un lujo. Klemperer convertido en Israel para ser distinguido y abofeteado en las calles de Berlín. Todo un lujo…

Y por qué tenía razón el Fürer. Simple. Un intruso es un intruso y la fe mueve montañas. Si este tipo logró convencer a una nación entera, ya es un motivo para creerle. Volviendo a la sala de cine, esa noche me encontré con un Israelí que había conocido en una farra, a quien para variar había puteado en la puerta de mi casa. En perica, gracias a dios. Al preguntarle el por qué de su presencia en ese lugar, me respondió que venía a apoyar al cine de su país. ¿Apoyar? Qué respuesta más idiota, cómo un tipo como él, dueño de bares, discotecas y rey de la noche iba a ayudar al cine de su país que ni siquiera era un país como se debe. Un sátrapa más que aseguraba haber estado en un check point de la franja de Gaza y ser de izquierdas. Y yo me preguntaba qué mierdas es ser de izquierdas en Israel, que alguien me responda por favor.

En la maratón de ese día, llegué a ver como cinco documentales que para estos momentos me bailan todos juntos. El Israelí nocturno entró a ver con un amigo gigantón, otro empresario exitoso y trabajador de la noche, la misma peli que yo. Una sobre la “pasional” relación entre un cineasta y Ariel Sharon. De lo único que me enteré esa noche fue que Ariel Sharon no es Ariel, sino Arik, y otro dato extra: todas las eres se pronuncian como ges, como la ere francesa… aunque eso ya lo sabía. Ni modo. Todo se reduce a simples nombres y a aprender a pronunciarlos. Otra noche en el mismo festival se presentaba una película que despertó bastante expectativa. No lo voy a negar, yo también quería verla. Al terminar, la directora se dirigió a los asistentes en un tropezado español, el cual no resistió y se transformó en un inglés gringazo. Qué pena con los inteligentes, pero todos nos vemos más tarados de lo que somos cuando hablamos con acento en otra lengua. Es inevitable. El israelita de nombre de antiguo testamento parecía un soquete cuando me explicaba que el terrorismo es malo y que Palestina no existía, que ellos la crearon.

En fin, aquella película esperada, tenía como autora a una gringuita de nombre colorido y latinizado, Celesta, así se llamaba. Ella era una violada que nunca había sido violada, y nosotros unos conmovidos llorones que lo único que podíamos hacer en el conversatorio era felicitarle por su coraje. La valentía de contar su triste pero jocosa historia. Y no lo digo por burlarme sino por las escenas de hilarante drama en las que la no violada se reía con su familia de que había sido manoseada a los cinco años por un gran amigo de su padre. Y hablo en serio, se reía y otros ratos lloraba riéndose. Ahora sé que lo que más le molestaba según yo, es no haber sido violada para hacer más cruda y cruenta su historia gringa. Es como esa canción, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Hasta el llanto oportuno. Y la fórmula, cómo no, la fórmula norteamericana que todo lo facilita y todo lo explica. Realmente me impresiona lo elocuentes y verosímiles que suenan los gringos al explicar el mundo ¿Cómo hicieron para hacer calzar todo en dos que tres frases fulminantes? ¿De dónde sacan tantas oraciones perfectas? ¿Por qué nosotros cantinfleamos y ellos no? Es todo un complot genético autómata ¿Controlado por quién? ¿Acaso se controla solo? Puede ser.

Pocos días después llegué al cine con cara de inocente para camuflarme, a ver nuevamente más documentales. Tuve que empujar a los del pastel pues estaban bloqueando el camino hacia el baño. Feliz cumpleaaaaños Celeeeesta, feliz cumpleaaños a ti. Y Celesta con una gran sonrisa gringa. Como decía Pablito, al resto se les caían las palabras de la boca… y hasta los gestos. Todos se tragaron el pastel y a mí nadie me dio un poquito.

la banda más ancha de todas

Tener banda ancha está definitivamente agotándome. El tiempo que antes ocupaba en escribir hoy lo ocupo en navegar sobre la misma y la misma cosa. No soy una buena navegadora, soy recurrente, absurdamente fijativa y además siempre al finalizar me duele la espalda y me arden los ojos. ¿Cómo harán los demás? me pregunto. A mis propios amigos me refiero, pues no me interesa el universo restante, no soy de promedios, no creo en las estadísticas, ni en los referentes de comportamiento, ni siquiera en los movimientos mecánicos ni en el acto reflejo. Chateo con un par de personas y cuando se me abren varias ventanas de mensajes a la vez, entro en angustia. ¿Qué clase de comunicación es esta? Ya en realidad no necesito ver a nadie, pues con lo del Messenger lo tengo todo. Nunca he tenido relaciones afablemente físicas con nadie, por lo tanto, el contacto bis a bis no me hace falta. El cara a cara se está perdiendo entre mis madrugadas heladas de redundancia web. Se estará trastocando o modificando la lógica lingüística de la comunicación, se preguntan los analistas del celular, mientras yo me pregunto si esos amigos del hi five algún día me verán en la calle y me saludarán… Nunca le he respondido a ninguno, no entiendo la finalidad de una amistad virtual, peor aun de un cyber romance. Sí, sí, soy de otra generación o de esta misma quizás, tan sólo que me rehúso a transformar mi esquema reiterativo, que durante siglos y siglos fue el mismo, salvo “leves” inserciones de la rueda del progreso. Sí sí, Gutemberg y todo eso…

Con todo, aun no supero ciertos miedos de los caducos, como por ejemplo bajarme programas y actualizaciones (siempre no sé como hacerlo). Me han dado lecciones de cómo bajarme música, impartidas por alguien ¡de mi misma edad! Estuve dos semanas de cybernética y al final, o sea hoy, me declaro copada y hastiada. Añoro el hoy arcaico Internet de conexión telefónica, pues como se pagaba cuenta gorda y además era la única línea de la casa, me hacía abandonarlo a tiempo y no me quitaba horas valiosas de mi vida. Ah qué será qué será… Me bajé esa canción y la escucho ahora mismo… Aunque quizás por la música lo perdone todo, quién sabe…