Ídolo

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Morrissey

sábado, julio 29, 2006

No sé a qué rato entré

No tengo idea si lo lograré. Mantener un blog, siendo casi casi peleada con la techology, soy un caso difícil, hace unos meses abrí otro blog y me dio miedo. Supongo que no hay por qué temer, todo el mundo expone las tripas y la caca incluso. Ya a nadie le importa cacar cuando le ven. Yo, cuando era niña, no soportaba que mi mamá me sostenga en el aire cuando me daba ganas de orinar en algún baño público, ella quería controlar mis uréteres y esfínteres, pero no, no lo lograba, era el pudor quien lo hacía, o a lo mucho la verguenza. Luego, después de un intento de liberación de humores frustrados, salía como ultrajada de los baños públicos. Algo bueno aprendí de ello: Que existen las infecciones urinarias, por continencia. Como deben existir muchas enfermedades por simple continencia, o por puro aguante como se dice. Eso sí, no lo sé si por abstinecia se consiga salud, eso era al menos, lo que yo llegé a pensar los últimos tiempos. Es que ya es horita de dejar de hacernos los europeos culeones que viva el sexo one night stand! ¿No lo creen? Como sea, el otro día decía mi hermana algo que yo ya sabía: Que a su amiga el doctor-oh ingenuo doctor tercermundista- le había dicho que se case para resolver los dolores que le sobrevenían cada mes rojo. Mmm... no sé, la verdad en mi caso ha sido al revés, pero no entraré en detalles. Es más, no sé si en realidad alguien irá a leer esto o si yo lo continuaré.
Yo quería hablar de otra cosa, luego corrijo lo de antes. Ayer me fui a un evento multidisciplinario, como todos esos multis, polis, sinergicos complementarios eclécticos momentos adolescentes que vive la cultura últimamente. Cinco amigas dando vueltas de centro comercial, sólo que ésta vez eran bailarines tristemente contemporáneos en el clásico tira y afloja revolcado... A dónde vamos a parar así, dijo mi amigo, que aveces suelta genialidades propias de un amargado. Otro de ripley:(¿así se escribe?) Ese cantautor que vino de Argentina porque allá no era nadie y... aquí algo es... Todo esto con el tonito ese, antañezco entre abuelesco y andino. No sé si me entiendan. Pero bueno, la sucesión de actos intercalados con suspensivas apariciones de bailarinas tetonas(¡cómo una bailarina puede ser tetona!) me hizo pensar que mi cuerpo habría calzado mejor allí, por lo menos les habría beneficiado con esa ilusión óptica estética, y les habría dotado de un espejismo de elegancia. No no no, nuevamente me desvío del tema, eso dicen que es algo... Luego aparecían abuelitas leyendo poemas y señoras leyendo poemas, y señores de terno leyendo poemas. Prende y apaga. Sube y baja el telón. Y un super mix de nada, porque si por ahí aparecían tintes épicos repetitivos, nacionalismos malentendidos, analogías anacrónicas y paralelos de la historia sociopolítica mundial, por qué me cayó mal cuando el Hugo Hidrovo citó una frase del Che. ¡Ya pues, hasta cuando! Nadie se la creyó, todos esos músicos eran más honestos tocando sus temas honestos, no los que, por encargo -cual músico de la corte- habían compuesto para aquella noche. Qué sabíamos todos de aquellas letras sino el cliché de aquella Manuela Sáenz que ya me tiene hasta las pelotas -las tengo en la mente por si acaso- pues con envidia malsana reconozco que no soy el modelo de la mujer emancipada. Manuela: No nos hagas quedar mal por favor. Manuela reconstruida y mediática: No ames tanto a Bolívar, era un ególatra, como todos los grandes hombres. Chiquito pero picoso.
Ay señores, podría seguir y seguir, pero ya estoy cansada, mi mamá me puso un chal en la espalda, dice que afuera hace cuatro grados. ¿Le creo? Ah, no el referente viene de un comentario que puse en otro blog, no, olvídenlo.

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