Ídolo

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Morrissey

viernes, octubre 06, 2006

Biomáquinas

Ayer me di cuenta que las sanducheras y las cafeteras son biomáquinas. Yo pasaba con languidez de medio día por la avenida intoxicada y antes de ver mi silueta dibujada en el vidrio, ví la biomáquina. Esa sanduchera gigantesca que me dijo: Hey, tienes hambre, compra un sánduche. Horas más tarde no compré un sánduche sino una empanada. La empanada lucía sospechosa, quizás estaba empolvada. No es bueno comprar una empanada en una estación de Ecovía. La empanada viene con ese jugo, me dijo la dependienta mientras señalaba la máquina revoloteadora de líquidos. Ella no sabía que ésta era una chismosa. No te lo tomes, no te lo tomes, me dijo la máquina juguera. Yo creí que el sol estaba causándome efectos alucinatorios y no le hice caso a la supuesta ilusión auditiva. Cuando recibí mi comida y mi bebida, la máquina me hizo un guiño y me dijo: La colombiana es una sucia, hizo el jugo con agua del grifo. Yo salí corriendo y no miré atrás.
Mientras hacía fila para el bus alimentador, me comí la empanada y me bebí el jugo. Ninguno de los dos sabía extraño. Cuando por fin logré subir al colectivo, escuché una voz que me dijo: No me gusta el que va adelante. Yo respondí girando mi cabeza hacia atrás: ¿Qué? El que va adelante tuyo sabe mal, está sucio. Yo solo abrí mis ojos lo más que pude, tratando así de abarcar en mi ángulo de visión lo más posible para descubrir quién era el que me hablaba. No lograba encontrar sospechoso alguno y al parecer, nadie más escuchaba lo que yo. No me siento esquizofrénica, lo siento. Entonces me senté y empecé a escuchar frases a viva voz que en un principio no tenían sentido. ¡Qué asco! ¡Qué porquería! Por qué tenía que entrarme, por qué. Yo no quería parecer esquizoide, así que disimulaba mi asombro y me fingía gringa -por supuesto en una improvisación histriónica forzada- para poder hacerme la que veía la ciudad y así aprovechar para descubrir quién era el chistoso que me hablaba. Porque si de algo estoy segura es de que las palabras estaban dirigidas a mí.
Yo seguía intentado leer, vibrando la avenida con náuseas y mareos. Con letras bailarinas. Y las palabras que traía impresas mi libro se convertían en una voz en off que me gritaba en el oído. ¡Dile que se baje, dile que se baje! Y yo que trataba de fingir que no pasaba nada y tres o cuatro páginas que se iban en balde, sin sentido alguno, como un convoy de letras muertas. De repente empecé a escuchar unos gemidos ahogados en una especie de tos. Y los gemidos se fueron convirtiendo en arcadas, como si alguien fuera a vomitar en ese preciso instante sobre mí. Yo de un sopetón me levanté pensando que me iba a caer encima la porquería y fui empujada por unos brazos de aire. Entonces el hombre que estaba parado en la puerta, salió expulsado como escupitajo hacia la vereda y un grito sangrante se puedo ver desde la ventana.
Luego escuché un suspiro en mi oído. Uf... Por fin. Olí cadenas de carbono y me bajé con sus palabras retumbando en mi caja toráxica.

7 comentarios:

la hambrienta lúcida dijo...

Mucho ácido lisérgico niña, jejeje. Oye me has recordado el video de la canción de Chemical Brothers, Believe:

"oh
I needed to believe in something
I need you to believe in something
I needed to believe something
I need you to believe in something
I needed to believe
I needed to believe
oh"

********

Dalila dijo...

la réplica amiga.

Si oye, este magical mistery tour está tenaz. Ja ja ja.

Abrazo,
Dal.

Anónimo dijo...

...tráigase algo de eso y otro cuento al trópico, dal, que tu magical mistery tour pare por estos lares en algún momento...

saludos.

Anónimo dijo...

Oye!!!, la yerba que fumas te la están mezclando con caca de vaca.

Hiscariotte dijo...

Me pregunto qué habría pasado si le hacías caso a la sanduchera gigante; a lo mejor y terminabas de leer el libro.

Un abrazo Dalila.

Dalila dijo...

J: En esas vamos, tratándo de humedecer el cerebro un poquito con los aires del trópico.


Un abrazo

dal.

Dalila dijo...

Hiscariotte,

resulta que si le ahcía caso a la sanduchera gigante, a lo mejor me ponía una cafetería... Je je.

Otro abrazo,