Ídolo

Ídolo
Morrissey

viernes, octubre 13, 2006

La crónica y la novela. Quién da más.

El otro día asistí a una conferencia en donde decían que el texto, al volverse ficción, está mucho más cerca de la realidad que cuando se convierte en una simple crónica. Entendiéndose como ficción a la novela, y como crónica al ejercicio periodístico que toma partes del relato y trata de volverlo un reflejo de la realidad. En efecto sabemos que en palabras toda teoría se sostiene, así que traté de desmembrar esta tesis para adaptarla a mi discurso demagógico que trata de encontrar el "donde calza todo". Y mi reflexión fue la siguiente:
¿Por qué la novela está más cerca de la realidad que la crónica? Para responder esto necesariamente debo remitirme a las dicotomías. Realidad vs.ficción, público vs. privado, oficial vs. marginal. En cierto nivel abstracto con miras a la concreción, cada uno de estos contrarios se puede polarizar en un mismo grupo. Suena medio falso, pero veamos. Si decimos que la novela se acerca más a la realidad, aunque suene paradójico, es porque al desarticular la estructura de la realidad, el creador toma estos pedazos y construye una nueva narración dentro de los cánones de la ficción. Sin embargo, lo que más exige la ficción es la verosimilitud -dentro de el campo en que se maneje- sin importar el estilo, la corriente literaria o lo que sea. La ficción deberá ser lo más símil a la realidad, aunque ésta sea utópica. Digamos que en la vida real, la del segundo a segundo, no tenemos que justificar nada de lo que pase porque simplemente pasa, mientras que en el relato novelado, todo aquello que se nos presente, deberá tener su razón de ser. Es la búsqueda del sentido. Por otro lado, retomando que la novela deconstruye la realidad pero la vuelve a armar, en este punto entra algo importante: La mentira. La libertad que da la mentira dentro de la ficción permite más aún esa verosimilitud y además corrobora algo que la crónica no lo hace: Que la mentira es parte de la realidad. Para la crónica lo fidedigno es lo único que vale, y cree que así está siendo lo más fiel posible a los hechos, por lo tanto a la realidad. Cuando no es así, cuando esa supuesta fidelidad no es más que un método de segregación y escogitamiento. Esto va y esto no va.
Seguro que los límites entre lo uno y lo otro son borrascosos, y que dentro del ejercicio periodístico, la sinceridad con uno mismo y su trabajo a veces está comprometida. Y bueno, también se puede entrar al plano eminentemente lingüístico, en donde diríamos que todo lo que la palabra reconstruye ya es ficción. Pero creo que ese sería otro tema, en este caso, lo que se plantea es que es esa división entre los géneros de ficción y los géneros realistas, curiosamente el que imita más la vida real, es la ficción novelada. Mientras que la crónica se queda en el simple relato, en la primera instancia de los hechos, en la estructura dialéctica de la realidad contada, mostrada. La ficción va mucho más allá, recupera, sí, la sintaxis y secuencia de la realidad (y lo puede hacer de muchas maneras) pero devuelve a su cauce lo excluido, lo no oficial. Entendiéndose no oficial como aquello que no se muestra, no solo desde el punto de vista social gregario, sino también desde la intimidad del individuo. Así tenemos, que lo oficialista de la crónica se contrapone con lo marginal de la novela. Y me refiero con "marginal" a todo aquello que está al margen, que no se dice o que no se muestra, pues no es visible en la vida real. No estoy hablando de bajo mundo ni nada por el estilo.
Entonces la discusión entra el lo permisible de la novela y lo excluyente de la crónica. La crónica desecha información que no conoce, en una pre decisión que toma antes de ser siquiera generada. Por su lado, la novela toma lo desechado -en un proceso absolutamente arbitrario- por más que hablemos de una novela histórica o de una crónica novelada tipo A Sangre Fría. En este punto la discusión nos lleva inevitablemente a las nociones de lo público y lo privado (y no hablo de la estructura del estado), viendo a lo público como aquello socialmente aceptable y por lo tanto mostrable (out-doors), y a lo privado como aquello concerniente al individuo social y su mundo de afuera hacia adentro, a lo que sucede in-doors. La esfera de lo público entra de inmediato y es parte del discurso oficial (nuevamente, no me refiero al estado), y lo oficial es validado directamente en el plano mediático. Por lo tanto es la realidad aparente, la realidad oficial. De este modo, la novela estaría desenvolviéndose en ese in-doors que constituye el ser privado, no mediático, que desarrolla su sentido en lo que está al margen y que se constituye como esa realidad no aparente, la no oficial.
Y vamos, que todo se puede explicar ¿no?

2 comentarios:

Eduardo Varas C dijo...

Dal, pero aún así, tengo la sospecha que ese ámbito privado, el in-doors es tan ficticio como el mediatizado, el oficial. La verosimilitud es uno de los factores más importantes de un texto o de un objeto narrativo (como puede ser una novela o película). En ese sentido hasta la etiqueta "basada en hechos reales" ayuda a esas determinaciones.

Creo que es una impresión de rechazo a la realidad, también. la negación. O quién sabe. En definitiva la diferencia entre crónica y novela vendríá a estar dada por lo que dice Manuel Rivas: "El periodismo tiene unas exigencias, a las que no está sometida la literatura. Los protagonistas de una noticia deben figurar en el registro civil. Pero ¿son por ello menos reales Don Quijote o Emma Bovary?"

Saludos

Anónimo dijo...

Don Eduardo Varas Carvajal:

Mucha crónica roja. Basta ver la foto de tu perfil.
Triptrap