Ídolo

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Morrissey

jueves, noviembre 30, 2006

La extraviada

Bebamos alegremente de este vaso
resplandeciente de belleza
y que la hora efímera
se embriague de deleite.
Bebamos con el dulce estremecimiento
que el amor despierta
puesto que estos bellos ojos
nos atraviesan el corazón.
Bebamos porque el vino
avivará los besos del amor.


Señorita, usted está perdida. Sí, ahora hay que buscarla. Buscarla en una sala de teatro, con las mejillas mojadas y el estómago hirviendo. Con el sudor que podría haberse congelado a su salida, formando cristales en su frente. En el receso con té de naranja y canela y dulces de coco acaramelados. Coma diabético. Orejas y cachetes rojos, ojos insultantemente lacrimosos. El conductor de radio mirándote sin cesar, buscando algo en tu mirada violácea. ¿Ojeras?
Usted está más perdida que nadie, es impresionante su extravío. Violetta, Violetta baila en su salón dorado. Violetta ríe y canta. Violetta, cortesana decimonónica, bella, admirada. Ella, tú, aire insuficiente, espasmos bronquiales. Ay Violetta, no sientes nada, embriagada de música y caricias. Violetta líquida, desparramándose entre las manos que sostienen las copas. Embebida en la delectación y siendo bebida por los otros. Galantes acompañantes de noches prolongadas, amaneceres rotos en la madrugada. Tardes estancadas e inactivas. Sólo la noche.


Yo quiero compartir
mi alegría con todos vosotros;
todo en la vida es locura
salvo el placer.
Alegrémonos el amor es rápido y fugitivo.
Es una flor que nace y muere
y del cual no siempre se puede disfrutar.
Alegrémonos pues una voz encantadora,
ferviente, nos invita.
Violetta que huye del dolor como soldado malherido al estruendo de las bombas. Violeta marcial dando vueltas al amor que no quiere recoger, que no debe recoger. Ella, tú. Señorita extraviada. ¿En dónde encontrarse? En finas esencias, en champagne fino, en joyas vistosas, en hombres bellos y elegantes. En risas malheridas. Escupiendo sangre sobre el sillón de terciopelo. Y que siga la fiesta, que el baile debe continuar. Ay usted Violetta Valery, no le teme a nada. Usted es bella y joven y no debe tener ningún motivo para sufrir. Lo suyo es el placer infinito, el incuestionable olor de la lavanda. Violeta como tus ojeras. Como la luz de neón, fría, inerte. Último respiro. Efervescencia que anuncia la tragedia. Carcajadas que son el trepidar de caballos negros. Trac trac trac. No entres Alfredo, no lo hagas. Que Violeta no quiere quererte, que Violetta tiene miedo de quererte, que Violeta va a caer, que está en el borde, que se sostiene de una copa de vino y del brazo del Barón. Que Violetta está con el hacha sobre su cabeza.
Ay Alfredo, qué has hecho. Luego de regresar de su receso entre señores elegantes y mujeres de mediana edad, todas rubias, Violetta se ha enamorado de tí. ¿Tú, ella, yo? Alfredo ingenuo, enamorado y entregado. No perfectible, sino terminal y absoluto. Usted señorita lo ha entregado todo, todo. Ahora, en su retiro, la felicidad sin substituto la envuelve hasta depositarla dulce sobre su lecho. Ya no tose. Usted está curada por la omnipotencia del amor. No, ella no lo cree. Violetta duda, pero aún así está completa. Y se despoja de todo, se desprende de sus adornos y vestidos, de sus joyas. Se desnuda, se baña. Se limpia. Es Voletta por fin.
Y entonces, el anuncio de la tragedia, el corifeo llega con abrigo color vino. Habrá sangre salida de sus entrañas. Habrá adiós, habrá todo eso que ella ya lo sabía. Sí, de antemano. Y entonces, el acto de amor: El sacrificio, el misterio de la cruz, la sangre salvadora y redimidora. El amor puro y purista. Violeta crucificada. Arrojada y malinterpretada, regresando a las lides voluptuosas, ya sin alma. Vaciada. Esperando que la tuberculosis cumpla su trabajo. Y Alfredo desahuciando su amor en un último acto/escupitajo: Toma tu sacrificio, toma tu sangre, te la pago, te la devuelvo. Violetta regándose de la copa, sobre el piso.
Ay las miradas señorita extraviada. Ya nadie te ve Violetta, esa gente que ríe detrás de tu ventana ya no está. Alfredo te sonríe. Él vendrá. Él sabrá por fin que eres real. Pero será demasiado tarde. Febril te mueves por la habitación, sosteniendo la misma nota en un beso de 40 grados. Lágrimas vertiente de río. Oh señor ten piedad de esta extraviada. Y por toda la habitación regando sus camelias sin aroma, cree estar sana y fervorosa. La efervescencia postrimera. Ahora se desliza blanca y violácea entre la última gran verdad...
Los espasmos del dolor
han pasado.
Siento renacer en mí
un vigor extraño.
¡Ah!. Vuelvo otra vez a la vida
.
La extraviada, la extraviata, la traviata...

8 comentarios:

Hiscariotte dijo...

Mientras veía Match point pensaba que hasta ese entonces no tenía ni idea de qué trataba La Traviata; de ahí a Zelig hay un paso. De todas maneras por como tú la describiste me recordó en parte a la María de Jorge Isaacs. Herejía.

Un abrazo Dal.

Dalila dijo...

Hicariotte, con sus diferencias, coincidencias y lejanías, la temática de la Traviata (o de la dama de las camelias) ha sido tocada muchas veces en la literatura y el cine. That's it.

La verdadera Traviata se llamaba Marie... sí existió, tenía tuberculosis pero no terminó sus días de la manera descrita en la obra. Fue amante de Alejandro Dumas hijo, él la conoció en una fiesta, tal cual la obra. Tuvieron un tormentoso romance, pero ella luego estuvo con otros ilustres hombres de la época, y murió pobre y sola a los ¡23! años.

Un abrazo,

Dal.

Santiago Páez dijo...

Estimada,
en La Traviata hay también un dúo de barítono y soprano, cuando la Traviata está con el padre de su novio, Germont. Esos dúos de barítono y soprano o de tenor y mezzo son siempre tangenciales a la gran historia de amor de las óperas, pero tienen una fuerza increíble que le da sustento a toda la obra de arte. Le recomiento el de Amneris y Radamés, al final de Aída...
Un abrazo.

S. Páez

Dalila dijo...

Santiago, Aída es una de mis óperas favoritas.

Otro abrazo,

Aal.

mario dijo...

un abrazo desde lejos....es tan lejos el otro lado de la pantalla?

Anónimo dijo...

Dal...te mando mis energías desde este lado de la pantalla para que tus 28 años sean mejores que la última edad de Cobain. Es un aliciente haberte conocido créeme por algo existimos y nos conocimos
Un abrazo panita

Dalila dijo...

M:

En realidad no sé qué tan lejos esté tu otro lado. En tal caso ya el hecho de que son dos pantallas, no lo hacen tan lejano.

Saludos,

Dal.

Dalila dijo...

Amaranta,

Thanks por el apoyo y por compartir eso que sólo tú y yo conocemos en la carne y en la sangre.
Sobrepasé los 27, no sin que antes la vida casi me arrebate de un tajo!!! qué bestia.

Otro abrazote, y vamos así, que tú también ya mismo lo logras.

Abrazote,

Dal.