Ídolo

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Morrissey

martes, junio 12, 2007

Póngale la cola al burro

Soy Aute y también hago cine

No lo sé señor Aute, pero aunque no he visto sus cortometrajes y quizás me equivoque, no creo que ud. sea cineasta. Con todo el respeto del caso.
El día de ayer se presentó "Un perro llamado Dolor", supuesto largometraje del cantautor español, quien luego de dar algunas justificaciones anunció que contaría cuánta gente se saldría de la función... como había pasado ya en otros sitios donde se la exhibió. Pero también nos aseguró que si no desertábamos a los 15 minutos, ya no lo haríamos jamás y nos bancaríamos la hora y media que duraba el filme. Estuvo en lo cierto, la primera tanda de gente se salió máximo a los veinte minutos y el resto nos quedamos quizás ya estigmatizados por el decreto autesco. Ya no podíamos salirnos (quizás algunos por no quedar mal). En mi caso porque quería ver qué pasaba con Gala y Dalí. Los que estaban sentados junto a mí disfrutaron como nadie de la película cual Homero Simpson que cuando se aburre inventa otra película: una cómica historia llena de gags incomprensibles para mi lógica evasiva. Sus ja ja ja constantes lastimaban mis sentidos. Yo nunca pude reirme de nada, así que cuando me aburría de las imágenes pensaba en otras cosas.
Pero aunque no se crea, yo aún pude disfrutar del filme. Sin embargo, debo aclarar que no como una película con trama y narrativa cinematográfica, sino como un claro producto experimental audiovisual plástico. Vamos por partes. "Un perro llamado Dolor" es una especie de filme de animación hecho a partir de dibujos a lápiz creados por Aute. Son seis historias de pintores universales -la mayoría españoles- entre los que se hallan Goya, Frida Kahlo y Diego Rivera, Velázquez, Dalí y dos pintores españoles -poco conocidos por estos lares- cuyos nombres no recuerdo.
Cada historia, si se la puede llamar así, presenta imágenes fragmentadas surrealistas con una narrativa difícilmente decodificable. Por ello la apreciación más directa está dada por aquel único y principal componente: su valor plástico. Esta obra se acerca mucho más a los conceptos y maneras del video experimental que a los de la cinematografía. El hecho de haber sido filmada en celuloide no la convierte en cine per se. Esa gratuidad conceptual (refiriéndome a lo que significa hacer cine) no puede estar amparada en el soporte audiovisual, es decir, el material sobre el que está grabado el producto no puede convertirlo en lenguaje cinematográfico. El cine no es el celuloide, el cine no es la cámara, el cine es un conjunto de significantes cuya sintaxis y concordancia geneneran un nivel semántico audiovisual cuya capacidad narrativa está por encima del soporte utilizado. Por supuesto que el valor estético y de calidad que brinda el celuloide es un innegable componente dramático dentro de la concepción de la obra, pero ello debe estar subordinado a la idea, a aquello intangible que busca materializarse a través de los recursos técnicos y dramáticos, y no al revés.
En "Un perro llamado dolor", basta decirlo secamente, lo que valen son los dibujos. Estos son buenos, producto de un buen dibujante pero tampoco son excepcionales. Muchos de ellos muestran un buen manejo del espacio, de la composición y de la anatomía, pero conceptualmente son flojos (a menos que yo no haya entendido qué quería contar en la mayoría de los casos). Yo le llamaría un producto multimedial que conjuga imagen, audio y movimiento. Dibujos musicalizados que ni siquiera llegan a convertirse en animación porque no hay una consecuente edición de movimiento sucesivo, sino que entre una imagen y otra se presentan saltos visuales sin secuencia directa, cuyo error a mi parecer se resuelve de una manera facilista apelando al surrealismo.
Sin embargo, luego de desbaratar medianamente el filme, lo único verdaderamente criticable es haberlo presentado como un producto cinematográfico. Si se lo mira con otros ojos, es perfectamente pasable y hasta divertido. Si lo vemos como un producto estético, como lo hice yo, resulta agradable pero no pasa más allá de eso. De una leve sonrisita y unas ínfulas taimadas filáticas por descubrir quiénes eran los otros personajes que aparecían en cada historia. Hubo de todo, Chaplin, Man Ray, Stalin, Woody Allen, Buster Keaton, Einsenstein y no podían faltar Trotsky, Buñuel y García Lorca...
En fin , le agradezco al señor Aute haberme hecho pasar un momento agradable, pero la próxima vez (y esto para los organizadores también) sea un poco más honesto y póngale el nombre que debe tener. Por cierto, ¿Dónde estará la cola del burro?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pobre Aute, o sea que de cineasta nada.. cuando escribes algo sobre Budismo.... las estaciones de la vida????

Dalila dijo...

No hay que forzarse

León Sierra dijo...

Aquí en España se dice algo que culturalmente me parece insólito y lo mejor de este medio: "vamos a quedar para vernos y echar unas risas". Y es que en esta cultura eso de echar unas risas es algo imprescindible. Curioso y emotivo, verdad?


PS. Te leo a menudo, hay truco: no te encontré, alguien me enseñó tu dirección. Me gusta cómo escribes.