Ídolo

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Morrissey

jueves, febrero 28, 2008

Actualizaciones y recomendaciones


Por no escribir cinco posts de una vez y aburrirles -de paso aburriéndome yo misma- he decidido hacer el tristemente célebre compendio de hechos acaecidos últimamente. De los cuales, en la mayoría he sido partícipe inactiva. Tengo algunas opiniones, apreciaciones, recomendaciones y quejas. Sin embargo, siendo que la principal queja –generalizada- de estos días vendría a ser el frío y nuestra incapacidad de vestirnos de acuerdo al clima, creo definitivamente que algo grave está pasando. ¿Acaso la discusión de nuestras miserias personales y colectivas puede reducirse a un factor metereológico? ¡Cómo puede ser posible! Y aún peor, que no nos haya invadido la tan temida tristeza escandinava es inaceptable siendo andinos melancólicos y lánguidos. Ningún conocido se ha suicidado últimamente. No hay muertos frescos, ni grandes casos de asesinatos premeditados (este vendría a ser un esquizofrénico medidor de grietas sociales). En fin, hay muertos y desaparecidos -tragedia lo que quieran- a causa de las inundaciones y deslaves. Pero a nadie le importa. A NADIE LE IMPORTA. Nunca pega tanto a nivel sicológico una mediana tragedia ocasionada por las fuerzas impunes de la naturaleza como un buen psicópata suelto. Ojo, no hablo de huracanes Katrina ni nada por el estilo. El morbo de sangre no es el mismo en un asesinato que en un derrumbe a causa de las lluvias. Finalmente aceptamos la omnipotencia de la creación y terminamos inconscientemente identificando aquellas muertes como naturales. Pero hasta cierto punto… porque incluso las grandes tragedias nos recuerdan la injustica social, y el discurso siempre termina degenerándose en proclama política.

En fin, deberíamos alegrarnos por estar tan alegres en medio de tanta agua. Porque perentoriamente siempre termina saliendo el sol en este Quito necio. Como hoy. Y la gran pregunta es: ¿Cómo me vestiré hoy? El clima, sin duda, nos obliga a la superficialidad de la apariencia aunque no queramos.
Bueno. A continuación lo que continúa.

Indie en Quito.
Hace diez años probablemente habrían sido el gran éxito de vanguardia. Hoy son un casi vintage necesario y refrescante. Hablo de una nueva banda en la escena rock quiteña. Motozen. Un grupo que tras un año de ensayos dio su primer concierto el sábado pasado en el Patio de Comedias. Su estilo es tan puro -si es que podemos llamar “puro” al Indie- que reconocemos al instante las influencias. Sería injusto decir que suena idéntico a tal o cual grupo, ya que en el universo indie y alternative rock, hay muchas bandas que suenan bastante similar entre sí.







Sin embargo, sabemos que entre sus influencias se encuentran Gang of Four, David Bowie, Joy Division, New Order, The Smiths, The Cure, A-Ha, Radiohead, Jeff Buckley, Kings of Convenience, Arcade Fire, y Hot Hot Heat. (No obstante, algunas de estas influencias no se notan o no están muy claras. Por ejemplo, no hay mucho de new wave en su sonido, solo logré identificar una canción cuya batería tenía algo de este estilo)

Mi primera impresión: Una banda con fuerza y precisión. Un guitarrista que se destaca y que le da el toque “brit”. En general el trío base funciona. Una batería bien entendida, un bajo que por momentos nos recordó, para bien, al excelente estilo de The Cure. Por otro lado, el vocalista, desarrolla un estilo básico, con una voz bien definida con un plus: no desafina. Un “trade mark” del brit pop, que a mi opinión podría mejorar con trabajo y sobre todo adquiriendo un poco más de seguridad que haga brillar su propio estilo.

En general puedo decir que me alegra que la escena musical en la ciudad se abra a nuevas opciones. En un espacio que prácticamente estuvo dominado por la fusión de estilos más “alternativos y under”, en donde reinaba cierto exclusivismo pueblerino, lo que está pasando en este momento, con nuevas bandas que deciden tomar el riesgo, es una bendición. Lo melódico y lo considerado “soft” estuvo fuera durante mucho tiempo. Se trataba de ser rebeldes o algo así. Casi como en la época en la que la palabra pop era sinónimo de mala música. Grandes errores. Gran desconocimiento. En fin, es bueno que las cosas estén cambiando.

Retomando a Motozen, su primer concierto estuvo plagado de buena onda y energía, hubo ciertos desaciertos sobretodo en el audio, y un pendiente que nunca entendimos: la segunda guitarra –tocada por el vocalista- ¿debía o no sonar? Esa es la pregunta. Lo digo porque no se escuchaba nada de ella, y según caímos en cuenta, parece que esa era la idea…


La Extraviada nuevamente se encontró en Quito

Gracias al oficio que uno lleva impreso en la frente, pude acudir nuevamente a ver una de mis óperas favoritas “la Traviata” de Verdi. El año pasado escribí un texto sobre esta obra así que no entraré en detalles mayores de la trama. La Traviata que presentó el Sucre fue una coproducción con la Embajada de Corea, por lo que los solistas fueron de esta nacionalidad. El nivel de estos intérpretes líricos se destacó considerablemente por sobre los cantantes líricos nacionales, lastimosamente. Ellos forman parte de la Compañía Lírica Nacional, organización que apoyo y aplaudo porque creo que hace falta crear escuela de ópera en nuestro país, sin entrar en mayores discusiones snobistas. Simplemente hay que aceptar que el bajo nivel de nuestros intérpretes se debe a la escasa experiencia. Cosa que espero que se supere próximamente y que se pueda resolver, a la vez, los problemas internos de la Fundación Teatro Sucre. Sería una pena que una entidad cultural yerre en su misión. Siendo sinceros, no hay cualidad moral exclusiva de tal o cual actividad. Me explico, uno puede corromperse hasta en el cielo, si hay dinero de por medio…






En fin, volviendo a la obra, esta Traviata es un esfuerzo importante. La parte dancística, orquestal y coral, a cargo de la Compañía Nacional de Danza, la Orquesta Sinfónica de Loja, la Banda Sinfónica Metropolitana, y el Coro Mixto Ciudad de Quito, respectivamente, lograron acoplarse bien. Su nivel fue bastante aceptable, cabe destacar la dirección musical de Jo Hiun Kim (¿what the hell?), sí, sé que no dice mucho, pero tenía que nombrarlo. Los coreanos brillaron, opacando literalmente al componente nacional. Triste. Pero esto nos deja reflexiones positivas: hay que batallar más, y trabajar constante y disciplinadamente.






Por otro lado, una calamidad de último momento (paro en Colombia) impidió que el lunes pasado, día del estreno, se presentara la obra con la escenografía planificada (de la Fundación Camarín del Carmen de Colimbia), lo cual le restó fuerza escénica, pero aún se logró sacar adelante con una escenografía tal vez improvisada que se vio algo pobre, pero que sin embargo no delató su verdadero origen.

La cambiadora de Páginas












Esta es una película que recomiendo. Hay que verla. Por eso no voy a hablar nada sobre su trama, porque yo odio que lo hagan cuando quiero ver una película y busco alguna orientación.

La Cambiadora de Páginas es una película muy francesa. Se nota a leguas ser una gran continuadora del cine de Chabrol. De una sutileza profunda, con esa laxitud característica de cierto cine europeo (sobre todo nórdico), pero que no descuida la fuerza dramática con un excelente desarrollo, composición y caracterización de los personajes. Este es un filme de personaje, sin duda. Es definitiva su misión conductivista: llega a donde tiene que llegar y nos lleva a donde nos tiene que llevar. Esto podría llegar a confundirse con enmascaramiento y manipulación, pero ¡vamos! ¿Cuándo el cine no ha sido manipulador? Hay que dejarse llevar de cuando en cuando.

La tensión dramática podría ubicarla dentro del Thriller sicológico, pero creo que el marcado estilo galo, la hace llegar a otra parte. El momento decisivo en la historia nos marca un ritmo que nunca desfallece, cierta tensión conocida que no por ello deja de ser expectante. Sabemos lo que va a pasar y conocemos el desenlace previamente. Pero no sabemos cómo se expresará ese sentimiento fielmente retratado en el clima de la película. Este es un cine de atmósferas, ese microclima dramático arbitrario (como el cine mismo), inunda todo el entendimiento y sumerge al espectador en una laguna gélida y algo perversa. Pero de esa perversión solapada y hermosa. Como el personaje interpretado por Débora François.


La aparente simpleza con la que es desarrollado el guión hace que su aplicación sea precisa y hasta perfecta. Sin embargo, sin una buena actuación era imposible lograrlo. Las actrices Catherine Frot y Deborah François definitivamente se lucen en sus papeles protagónicos. El director, Denis Dercourt, permite que una trama aparentemente simple (casi un cliché psicológico), se transforme en una refinada interpretación de las motivaciones humanas básicas.

Esta es una película refinada, sí, elegante, sí, ambientada en el espacio burgués, por lo que se le podría reprochar cierto aire forzado en este aspecto. La escenografía es exquisita, y el vestuario también. No pude dejar de reparar en los hermosos abrigos que utilizan los personajes. En estos fríos, como no pensar en eso…

miércoles, febrero 20, 2008

Nombre tres virtudes y tres defectos suyos

Tengo un amigo que se sentía idiota cada vez que tenía una entrevista de trabajo. “Mejor dígame usted qué es lo que quiere saber y yo le contesto”. Ante la insistencia de preguntas sin respuesta como “defínase en tres palabras”, “cuáles considera sus mayores defectos”, o “por qué deberíamos contratarlo”, él prefería retirarse de la entrevista asegurando que todo lo que les debería importar se hallaba en su extenso currículum. Punto.

A mí me producía chiste y angustia esta situación porque soy mala mentirosa y de seguro soltaría innombrables defectos cuando me preguntaran aquello. Y ya me pasó. Y ya mentí. Y ya me sentí ridícula siguiéndoles el juego a los sicólogos industriales con sus técnicas absurdas de selección de personal. Es obvio que la gente va a mentir por conseguir un puesto, no entiendo el para qué de la farsa. Mejor dicho sí entiendo –descubrir la verdad a través de técnicas misteriosas- pero me niego a aceptar que la dinámica de las relaciones humanas sea tan decadente.






Tres candidatos en una entrevista de selección




Y cuando hablo de decadencia, no hablo sólo de valores distorsionados, me refiero a la pérdida de la sensibilidad. A la deshumanización del trato cotidiano. A esa estandarización perversa que resume al ser humano en unos cuantos arquetipos, a los cuales, a su vez, hay que recortar cualquier matiz que intente salirse del margen. Y quién diría que a eso le llaman cultura empresarial. Porque ahora la cultura se hace desde el escritorio de trabajo y se aprende a vivir desde allí. Usted debe entender que no existe más allá de su puesto laboral, que no ES más que dentro de SU empresa.

Estos “nuevos conceptos” de administración de personal no son nada ingeniosos, déjenme decirlo. Están basados sobre la simple explotación de una necesidad básica: el ser alguien. El sostenerse de algo para salir a flote en el inmenso océano que es la vida. Siempre igual, siempre lo mismo. Y qué mejor que el trabajo para hacer del pretexto de vida, la vida misma. Increíble. Y todos caen tarde o temprano. En fin…

Qué nos salvará sino el humor. La sátira nunca estará demás y donde exista, se constituirá en una pequeñita filtración por donde escapará la inconsciencia y la conformidad. Una sátira bien lograda, llega a ser casi una mímesis de la realidad, salvo por la sutileza del formato, y la entera y entendida propuesta de la ficción.

“El Método Gronholm” es una bien lograda sátira que pone en evidencia el absurdo del mundo laboral occidental y sus maneras capitalistas. Escrita originalmente en catalán por el dramaturgo español Jordi Galderán, fue adaptada al castellano ya que su universalidad traspasó lo local. Así, fue presentada en España y en algunos países de Latinoamérica con gran éxito. Ahora es la obra en cartelera del Teatro del CCI en Quito, y su puesta en escena demuestra que aún en “nuestro país” se puede hacer teatro de calidad y a la vez comercial.

Cabe mencionar también que se puede hacer un teatro para todo público, directo, inteligente y despejado, dentro de una escena teatral “elitista”, en donde todo lo que no suene a reflexión trasnochada intelectual, fantasía surreal, absurdo -burlesco o no-, es despreciado por simplón y vulgar. Me pregunto ¿Despreciado por quién? ¿Por el público? No lo creo. Despreciado por los propios gestores quienes, a mi criterio, están maleducando al público quiteño al ofrecer una sola alternativa (disfrazada de varios estilos) con un teatro más performático que dramático, más literario que dramatúrgico. Ese “teatro de gasa” -como lo he bautizado- que no deja de ser interesante y de tener buenas propuestas, pero que cansa por repetitivo y confuso. Los monólogos están a la orden del día y la pobreza de ciertas escenografías no nos recuerda la falta de presupuesto sino una falta de ingenio. Que no se confunda el minimalismo con el facilismo, por favor.

Flyer arrugado del Método de Grönholm

Es cierto que hay obras respetables de dramaturgos contemporáneos ecuatorianos –mi análisis se refiere al teatro de las dos últimas décadas- y que se han hecho meritorios esfuerzos por adaptar a grandes como Becket, Brecht y Darío Fo, entre otros; sin embargo, aún sigue sonando a teatro para unos pocos, por lo que el gran público se siente escasamente atraído, lo cual encarece la propuesta y hace que incluso los interesados nos lo pensemos más de una vez. Yo dejé de ir al teatro por caro y aburrido. Así de crudo.

Sin embargo, basta de negatividades. El método Grönholm podría ser criticada por repetir fórmulas exitosas, lo cual le convertiría no en una obra de arte sino en mercancía. No obstante, creo que una buena propuesta necesariamente pasa por la aprobación del público y a su éxito no puede acusársele vacuidad o comercialidad.

La trama es sencilla aparentemente: cuatro ejecutivos pre escogidos para aspirar a un puesto de alto rango en una multinacional se ven confrontados en una sala de sesión a través de una prueba de selección descabellada, la misma que obedece a un método internacional: el Grönholm. Sin embargo, hay un infiltrado de la empresa entre los cuatro, quien será el encargado de evaluarlos. Los candidatos deberán adivinar cuál de ellos es el farsante, y así empieza a hilvanarse una historia ágil e hilarante que no descuida el drama, poniendo sobre el tapete reflexiones más profundas que la simple mecánica laboral.

El desarrollo de esta obra de teatro es perspicaz y tiene giros dramáticos inesperados, lo cual la convierte en una dramaturgia que explora a través de la superficie del trato cotidiano, las fibras profundas de ese ser humano post moderno atrapado en un mundo globalizado, en donde prima lo material. El objeto antes del sujeto. Un mundo que ya no acepta subjetividades y que dentro de un casi esquizofrénico entorno arrebata lo último de humano que nos va quedando, para convertirnos en piezas, cifras y componentes de algo más grande que ni siquiera sabemos con exactitud qué es.

Por eso, El método… es altamente recomendable, me atrevería a decir que es un teatro de calidad y por ese lado respeta al público, lo cual es vital. La adaptación en realidad no debe haber resultado complicada por la universalidad del conflicto y los arquetipos de los personajes. José Vacas, a cargo de la dirección, ha hecho un trabajo justo. Esto, entre otras cosas, se refleja en el desempeño actoral, el cual funciona a la perfección salvo algunos pequeños desaciertos.

No quiero sonar demagógica, así que a continuación voy a nombrar algunos de los desaciertos:
El traje escogido (o mejor dicho, la combinación de trajes) para el personaje interpretado por Álex Cisneros, es demasiado llamativo y paródico. Por supuesto que se sobreentiende que cada personaje interpreta a un estereotipo, sin embargo, hay una redundancia interpretativa entre lo dramático y lo estético. Habría sido mejor limitarse al bienaventurado gris que se exhibía en los afiches promocionales de la misma obra en España, Argentina y Colombia.






La obra en Colombia




Por la misma línea iría la peluca de Cristina Rodas, la cual en su papel de ejecutiva moderna habría podido lucir tranquilamente su propio cabello. Estos dos factores le restan naturalidad escenográfica y permiten –quizás de adrede- que se rasgue un poco el límite del realismo entendido dentro de la ficción.





La versión española



Los problemas de dicción, olvidos minúsculos de sus líneas (de todos) y falta de proyección de la voz (caso específico: Manuel Calisto) que si bien son pocos, cuando suceden, hacen perder ritmo a la obra.

Por último, aunque menor desacierto, una mínima falta de precisión del contexto espacial y de los movimientos actorales, que en ciertos momentos acumulaban posiciones y posturas, los cuales terminaban convirtiéndose en cargamontones visuales (incluso espaldas accidentales logramos ver).

Pero aún así, la obra sale bien librada y por momentos, las actuaciones son sorprendentes. Sorprende la capacidad -por ejemplo- de actores algo novatos como Manuel Calisto y Álex Cisneros, quienes en sus papeles del cínico capaz de pisar a cualquiera y pisarse a sí mismo con tal de alcanzar el éxito, y el yuppie joven ejecutivo exitoso, algo petulante, generan una dinámica concisa, ágil y convincente.

Los más experimentados, Joseín Morán y Cristina Rodas, brillan menos en escena pero su calidad actoral no cede. Ellos han tenido a su cargo, a mi criterio, la interpretación de los personajes más difíciles: un hombre de negocios exitoso y positivo, que sin embargo no deja de ser el tipo promedio, por lo que esa clase de personalidades sin mayores matices terminan siendo más complicadas de interpretar. A su vez, Rodas encarna a una ejecutiva de apariencia segura que se bate entre su condición y su forzado intento de no parecer lo que evidentemente es: una mujer.









Digamos que los personajes arquetípicos con fuertes rasgos de personalidad y predecible performance son más “fáciles” de interpretar, no obstante hace falta talento para lograrlo sin caer en exageraciones o inverosimilitud. Por eso, el crescendo interpretativo de Calisto dentro de la narrativa dramática es logrado magníficamente, y éste termina siendo el centro de todo. Un aplauso para este actor que ya nos dio grata sorpresa en “Cuando me toque a mí” y ahora lo logra en “El Método Grönholm”. Las actuaciones para cine y teatro son muy distintas, y Calisto ha demostrado manejarse cabalmente en ambas, aunque aún faltaría poner a prueba su talento en otro tipo de papeles, ya que al parecer, el personaje del cínico lo maneja a la perfección. Si no me cree, lea la siguiente entrevista tomada de Diario La Hora. Es bastante graciosa, por cierto.



Usted no estudió teatro ¿cómo le hace?
No sé, me sale no más.
¿Alguna vez le ha tocado estar desempleado?
Casi toda mi vida...
¿El desempleo vende?
¿Vende qué?
Van a hacer una obra que ha tenido éxito de taquilla en otras partes del mundo.
La obra no es sobre el desempleo, es sobre un sistema de selección que no es habitual...
¿Cómo se define: inseguro, triunfador, agresivo, crítico o indeciso?
No sé, ninguna de esas, nunca lo he pensado.
¿Cuáles son los motivos por los cuales a usted nunca lo deberían despedir?
Tal vez sí me deberían despedir... no sé, a mí estas preguntas muy rebuscadas, como que no les entiendo mucho, capaz que no le diría nada ni a mi jefe ni a usted, no respondo muy rebuscadamente ni me pongo a pensar cosas muy profundas.
¿Qué piensa cuando va por la calle y ve a los desempleados de la 24 de Mayo?
Esta obra justamente trata de eso, porque a las personas se las denigra cuando están buscando (empleo), sea en la 24 de Mayo o en una Multinacional, ese es justamente el tema de la obra. Uno como que va para que le examinen como insecto y que le digan usted sirve o no.
¿Usted es intolerante?
Cuando nos sacan de casillas todos somos intolerantes.
¿Y cómo hace para en una obra tener un carácter y en otra ser alguien distinto?
Como cuando era chiquito: un día jugábamos a ser doctores, otro día a ser vaqueros, otro a ser soldados y era divertido, así.
¿Para qué le sirve la fama?
Cuál fama, no soy famoso, lo que ha pasado es un proceso normal que tiene toda película, obra de teatro o un premio.
¿Y ya le han pedido autógrafos en la calle?
Pero poquito
¿Y qué pone?
¡Qué sé yo!, ‘hola soy yo’.

lunes, febrero 11, 2008

Trascendiendo

Aún creo que mi ombligo tiene esperanza con esta cicatriz. Segunda placenta, segundo alumbramiento artificial. Ayudas a la naturaleza, como si esta no tuviera suficiente con ser lo que es. Después de observarlo detenidamente me molesta su modificación, como unas siliconas mal puestas.

Pero el paraíso artificial aún nos voltea las miradas y cada vez más. Se trata de ser hermoso a toda costa y definitivamente se convierte una paradoja entre la seducción de la superficialidad y el porqué sí de lo bello, versus la misión casi altruista de hallar la belleza en todo para no cegar el alma.

Hay una felicidad innegable en el hecho de la belleza, y una desazón profunda en su ausencia. De ahí el maquillaje, la regeneración, la reconstrucción, el revestimiento, el travestismo social. Por eso la máscara y la Persona. El cuerpo no es lindo por dentro, es grotesco y visceral, por lo tanto hay que esconderlo.

Ayer he visto una película italiana. Muchas películas italianas son lindas por un simple hecho: Italia es linda, la gente es linda, la lengua es linda. Ves ojos, narices y cabellos que nunca verás acá. No hay que hacer mucho esfuerzo por encontrar una armonía estética, está en todas partes.

Hace algunos días conocí un hombre hermoso. Era alto, delgado y esbelto. Su rostro era casi perfecto. Realmente no tuvo que hacer nada para llamar mi atención, su sola presencia me giró la mirada. Realmente hay tanto facilismo en el hecho de ser bello, no hay que esforzarse por agradar, ni por parecer inteligente o sensible. Esa belleza, estúpidamente, dota de todo lo que en el momento uno necesita. Y sí, produce mucha felicidad observar ese espectáculo estético, conversar con ese espectáculo estético, tocar a ese espectáculo estético. En fin, el encanto de Cenicienta puede muchas veces desaparecer, pero –a menos que los años se encarguen de su cometido- la belleza en el momento permanece intacta.

Después vendrán otros asuntos sistémicos y de fondo. Luego viene la sustancia. Si no la hay, no hay por dónde irse. El hermoso de aquella noche era una persona agradable y con cierto candor que me cautivó. Pero no más. Al día siguiente me llamó para que nos viéramos pero mi respuesta fue negativa. Su atractivo no pudo más que mi raciocinio, y por motivos que no caben aquí, lo mejor que pude haber hecho fue no salir con él.

Toda la noche pensé en él, pero hoy he olvidado su cara.