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Morrissey

jueves, diciembre 04, 2008

La gente no lee ¿Y eso a quién le importa? O de la impavidez y otros demonios, o La Generación Ausente.

Este post tiene tres títulos porque la falta de síntesis para la estocada final de la concisión es un círculo vicioso. No obstante, cada idea contenida se complementa con la otra. (Lea hasta el final, porque metaomorfosea)

La Feria del Libro más grande que se haya hecho en el país, acabó el domingo anterior. Y más allá de las críticas de despilfarro de dinero público que le han llovido al Ministerio de Cultura, los mucho abarca poco aprieta y las preguntas de si el medio está listo o no para recibir un evento literario de tal magnitud, yo me pregunto: ¿Dónde estaban todos aquellos que dicen que sí leen?

Ok, tenían que trabajar o quizás había cosas más interesantes que hacer en la sevillana Quito. He experimentado un sentimiento anodino y a la vez encrespado, al darme cuenta que los coetáneos presentes éramos tres pelagatos, literalmente. Sí, ya sabíamos que nadie lee, pero por qué de repente, en un medio en el que ser lector te deposita en el recinto de la contracultura, desaparecieron todos aquellos seres que sostenían que sí leen. Yo conozco muchos y creo que sólo vi a unos cinco pasearse (diciendo mucho) y asistir a las charlas en el Centro Cultural Eugenio Espejo. Es cuando necesariamente volvemos a la pregunta ¿Para quién, entonces? ¿Arando en el mar?

Yo quisiera desenvainar las causas ontológicas de este hecho. ¿De donde surge ese desdén? O es que acaso la difusión del evento falló. Mi postura al respecto no es muy objetiva, puesto que trabajo en un medio de comunicación y estuve enterada de todo desde el principio. Habría que analizar otros puntos, y desde otras perspectivas. La poca asistencia de una generación comprendida entre los 25 y los 35 años (plena edad productiva y no estudiantil) será que se debe a las teorías internacionales del desdén cáustico de la generación X, al laconismo apolítico, a la falta de una voz generacional unificadora, al no sentirse representado por nada ni por nadie, o es un simple rechazo a la asunción de la cultura desde lo oficial. Yo no tengo la respuesta.

En una ciudad/pueblo con corazón de latifundio, se polarizan no solamente los oficios y beneficios, sino hasta los ánimos. A diferencia del S.XIX y para no irnos tan lejos, hasta entrada la segunda mitad del S.XX, que a alguien le interesaran las artes, las letras, etc, era parte asumida y avalada del establishment de entonces. Hoy –al menos en nuestro medio- cada día es un hecho más extra-ordinario y marginal. Y aunque la lectura y la literatura son oficios y actividades no gregarias, es en la intencionalidad misma de despegarse de la realidad, en la que halla su pertinencia paralela con el resto de las artes.

Entonces, hippies, rockeros, hiphoperos, bailarines, pintores, escultores, cineastas, videastas, artistas conceptuales –o contemporáneos-, antropólogos, sociólogos, parcheros, teatreros, mal vestidos, bien vestidos cultos… todos al mismo costal con poetas, narradores, cronistas, lectores silvestres, letrados y eruditos. Todo es lo mismo, porque entre tanta “diversidad” hará siempre falta una instintiva estandarización de aquellas ociosidades.

Y ya que el gigante cernidor social hizo su trabajo en Quito nada más verte la cara, queda ese mínimo porcentaje de los que se fueron al lado oscuro de la fuerza, y a los que sueles verlos en bares, conciertos, inauguraciones (o para que suene más bonito vernissages) y demás. Pero de ese porcentaje ya de por si ínfimo, hay que hacer otro factoreo, que nos da como resultado un famélico porcentaje de gente que tiene afición por la lectura. Y ojo, con esto no quiero decir que solo lean quienes tienen afinidad por las artes, simplemente esos otros indicadores desconocidos para mí, del lado oscuro de la luna (o claro), pues eso, no están dentro de mi radio de evaluación. Por eso me ocupo de lo mío. De lo que conozco, o de los que conozco.

Esos son a los que busco. Quizás sea algo egoísta y nada más, el que me queje por querer tener interlocutores en igualdad de condiciones. Ni más ni menos. Sin menospreciar a nadie ni decir que quienes leen (postura más vieja que la Ilustración) son superiores. Ya es anacrónico caer en esas discusiones. Pero aún creo que sigue siendo justo y necesario incentivar la lectura, aunque suene a Campaña Eugenio Espejo. Simplemente, es un vacío generacional que llama la atención, que reclama respuestas y que revela que algo está mal. O que algo estuvo mal. Y quizás desde siempre. Y talvez desde la misma construcción republicana, en ese proceso de independencia que de alguna manera no logró despertarnos totalmente del letargo. Son teorías.

A pocos kilómetros (relativo) están dos países que tienen más librerías que farmacias (Al menos Lima y Bogotá). Hay más lectores que enfermos, metafóricamente hablando. Y aunque ya es cansón el eterno ‘qué pasó aquí’, nunca está demás entender que no podemos tirar la toalla. Que salir, que irse a Europa a hallar el florón que perdimos (o que nunca tuvimos) no creo que sea la solución. Porque la idea es que las cosas funcionen aquí, y que dejemos de sorprendernos de cómo es que en todos los metros del mundo, la gente va con su librito en la mano.

O tal vez, el problema viene de lo contrario. De no sorprenderse de nada. De esa insensibilidad crónica colectiva que nos lleva a quedarnos siempre como estamos y a levantar los hombros en señal de falsa protesta, lo que ni siquiera disfraza un conformismo, sino una vagancia. Una necesidad casi genética de no hacer ningún esfuerzo. Levantar la mano y agarrar el fruto.

Ayer asistí a una charla de Víctor Arregui, el cineasta. Él se confesaba impávido y decía: “la impavidez a mí me encanta, es lo más bonito que hay”. Y describía a la impavidez como lo que es realmente: la incapacidad de conmoverse. Esa no-reacción que no procede de una decisión conciente, sino de un estado de ánimo perpetuo, del que es imposible salir, porque para quien lo experimenta, es seductor. Yo me preguntaba entonces, cómo era posible que una persona que aún se dice activista político, que trabajó en comunidades indígenas, pobres y rurales, y que “luchó” por las injusticias sociales (sí, total discurso macerado de izquierda), fuera impávido. Quizás racionalmente él pudo discernir que aquello no estaba bien, lo cierto es que su respuesta fue: “Ser impávido es ser bruto, lento, colgado. Es quedarme en nada, mirando algo por horas y sin reaccionar (quizás eso se asemeje más a un estado contemplativo). Pero en el fondo, te cuestionas mucho, tal vez eso sea tan solo una careta”.

Una careta. ¿Será ésta la respuesta al quemimportismo verdadero? Yo creo que lo de Víctor va por otro lado. Él ha producido, no en vano tiene dos películas. Hay un problema sustancial en el dejar que la vida nos pase por encima y no reaccionar, y está relacionado con absolutamente todas esas faltas, ausencias y carencias. Como la de la lectura. Hay una elipsis en nuestra historia, un salto temporal imperceptible, que nos ha depositado en un no-tiempo, un no-momento, en el que el progreso y la progresión de los hechos en realidad es una ilusión de contexto. Lo que vivimos es una simple dilatación de un mismo instante, algo así como estirar lo que más se pueda a un mismo minuto. No hemos sobrepasado nada porque no hemos dejado atrás nada. Las escenas aparentemente nuevas de nuestros contextos histórico, político y social, son simples maquillajes de lo que siempre estuvo. Esa es la verdadera impavidez, impedir -por razones desconocidas y oscuras a mi entendimiento- que la vida siga su curso de metamorfosis, ruptura y cambio. Somos los mismos desde hace siglos y a muchos les interesa seguir siendo eso, porque es más cómodo, y por último, si se lo estandariza, quién lo va a notar. A quién le va a importar.

Pero téngalo por seguro que se nota. Es evidente. Pedro Lemebel, el del Post anterior me decía: “Por Dios, ¡Qué les pasa a ustedes, que viven en cámara lenta! ¡No reaccionan!”… pero ¿para qué reaccionar, no? Si la impavidez es tan arrulladora y cálida….

6 comentarios:

Anónimo dijo...

sin comentarios.

Anónimo dijo...

Todo es culpa del frío. La gente se arropa más, se arrecha menos y así el absurdo baila impunemente. Qué mejor ambiente para el aletargo. Por algo los suecos son famosos por su porno, quizá hace rato lo declararon asunto de sanidad pública prioritario y evitaron el suicidio colectivo más grande de la historia.

Anónimo dijo...

impavidez.

(De impávido).

1. f. Denuedo, valor y serenidad de ánimo ante los peligros.

impávido, da.

(Del lat. impavĭdus).

1. adj. Libre de pavor, sereno ante el peligro, impertérrito.

Anónimo dijo...

BUDA DIJO...PARA LLEGAR A LA ILUMINACIÓN PIENSA MAS Y LEE MENOS

Anónimo dijo...

Un etiópe desnutrido le dijo a sus hijos: "calla y come".

Javier López Narváez dijo...

Me parece que esa incapacidad de reacción esconde algo mucho más grande de lo que aparenta. Es cierto, en Quito nada sorprende, pero tal vez se deba al hecho de que la gran mayoría de quiteños han vivido siempre en medio de cosas y situaciones maravillosas que atreven a limitar con lo absurdo.
Un día antes de irse de acá, William Ospina me contaba lo bella que encontraba esta ciudad, y afirmaba que sus habitantes podríamos con toda justicia reclamarla como la más bella de sudamérica. Otro día, caminando por el centro histórico, Alvaro Enrigue comentaba cuán parecido es el arte colonial mexicano al ecuatoriano, y sin embargo cuán superior se ve éste con relación a aquel. Y nosotros, tan acostumbrados a evitar encontrarnos con nosotros mismos todos los días, hemos aprendido a ver con indiferencia e incluso a veces hasta con desprecio aquello que no hemos aprendido a nombrar más que como "lo nuestro", apolillado cliché que ya no significa mucho para casi nadie.
¿Porqué habría de conmover un evento de la magnitud de la Fiesta de la cultura a la población que un día se despertó mirando el apabullante espectáculo de un volcán que se adornó con un hongo de ceniza el cráter para verse más hermoso que de costumbre, ceniza que después esa misma población tuvo que barrer como si no hubieran nacido para otra cosa que para empuñan la escoba? Entonces, si la impavidez es la serenidad ante el peligro, como irónicamento lo hace notar el comentarista anónimo, puede ser que el quiteño promedio haya alcanzado ese "estado de gracia" a través del minimizar la grandeza para verse menos intimidado por ella, de tal modo que un volcán en erupción no representa más que un fin de semana con escoba en mano, una iglesia barroca el orinal de algún borracho, la diversidad de escenarios que le hicieron ver a Ospina "una ciudad muy novelesca" la falta total de planificación arquitectónica, y en ese orden de ideas, el mayor evento literario de la historia del país (y según algunos de los invitados, el mejor organizado de latinoamérica) un delirante método de despilfarro de los fondos públicos típico de un gobierno populista. O, por el otro lado, en un país en donde existe tanta grandeza con la que se convive todos los días ¿porqué sorprenderse por un evento tan poco publicitado, y con una cobertura tan pobre que durante la semana que duró ni siquiera el diario oficialista se dedicó en serio a pormenorizar las charlas y conferencias más importantes?.
Y todo eso más allá de que la gente lea o no; yo si vi a mas de tres pelagatos de entre 25 y 35. Claro, yo también conozco a más de uno que dice leer (y algunos que me consta que lo hacen) y no estuvieron en la feria, y también conocí a otros tantos que se la pasaron allá y ni siquiera sabían quién y de dónde es Zambra.
Entonces no creo que la cosa pase por ahí.
Creo que sí, hasta cierto punto (y solo hasta cierto punto) "seguimos siendo los mismos desde hace siglos", pero talvez eso se deba a que desde hace siglos aprendimos a orinarnos en nuestra propia grandeza (a veces literalmente), a quitarle el misterio a lo solemne y salir con un chiste de última hora para, con humor, amortiguar el peso de ese nosotros mismos con el que evitamos encontrarnos todos los días.
Claro, igual hay que buscar interlocutores en igualdad de condiciones. ¿Habría que desbordar ese no-tiempo en el que vivimos, seguir delirando en el no-espacio de un blog, todas las anteriores o ninguna?