Ídolo

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Morrissey

martes, febrero 17, 2009

Oda a transportes Ecuador

Las vías a la costa están destruidas. Estamos atrapados en el Ande. Condenados al frío, la lluvia y el letargo –con dedicatoria a quienes no les gusta que diga esto-. Sólo mirar hacia abajo y codiciar el trópico. Estamos atrapados en el Ande. En la ciudad purgatorio. Ese intermedio punitivo que pretende corregir las pasiones. Moderar los afectos a través de la ausencia de deseo. Una laxitud impuesta que termina por modelarse en el ritmo cardiaco. La falta de oxígeno y el pecho, ya tu pecho rebosa. Se devuelven los pasajes, las entradas. Nadie se me baja de la camioneta. Aquí nos quedamos. ¡Oh qué soporífero feriado! Grandes planes puertas adentro nos esperan. Nutrir a la sobrealimentada piratería. Recibir bombazos motorizados. Reírse del transeúnte. No country for old men. Estamos atrapados en el Ande, porque el nuestro es una sola cordillera. Lo nuestro es ser uno en medio de tanta diversidad. La única cordillera que el tren venció (y se dejó vencer). Las vidas descarriladas cobran sentido en un espacio cerrado. Cobran ritmo en esa articulación patibular. “El letargo de la letanía encadenada sin fe”, parafraseándome. Pronto los visitantes se convierten en amos, en el Ande. Y los originarios pagamos nuestras culpas. Solventamos el delito que no cometimos. Y aquel que sí lo hicimos, se pasea desde las inmunes páginas que jamás se leen en las salas de espera, el los buses o en los troles. Estamos atrapados en el Ande y el corazón late rápido. Las piernas no se calientan jamás. Alguien abre la ventana para orear su vida.

3 comentarios:

zyrkero dijo...

Ahora imagínate el estar atrapado en este planeta sin esperanza de reparar la carretera...

Anónimo dijo...

so beautiful!

Javier López Narváez dijo...

La lluvia destruye carreteras y nos encierra en las montañas. La vía de escape está cerrada; la que siempre estuvo allí, esa que nadie usa a menos que lo permita el calendario, a menos que se utilice bajo las normas que establecen los límites del tiempo y el espacio. Porque nadie escapa en realidad; no quieren escapar. Codiciar el trópico que se mira desde el Ande es codiciar al Ande visto desde el trópico; un retazo de la misma vida, nuestros sueños son los mismos vistos desde atrás. Pocos se atreven a combatir el sopor que provoca el sabernos atrapados, porque es más fácil culpar a la montaña y sumirnos aletargados en el estado de reposo, evitando encontrarnos con los mismos rostros con los que hubiéramos bailado al calor del trópico, sofocados por un sol más despiadado que el de la ciudad purgatorio, ese que evapora las palabras en diciembre. Ahora las palabras se condensan en menudas gotas que humedecen la tierra a través de estornudos, consecuencia del frío y la lluvia que destruye carreteras y nos encierra en las montañas. No sucumbir al sopor del feriado; hay que trazar pequeños planes subversivos; transitar los renglones que van de izquierda a derecha, como el agua del Pacífico en los mapas escolares; hay que alimentar a las famélicas páginas que nadie lee y cometer delitos más atroces; hay que acelerar la vida cuando late rápido el corazón; hay que imponerse un ritmo, y la serenidad ante el peligro atroz del “frío, la lluvia y el letargo” (parafraseándote), aunque solo sea para abrigar las piernas con una dosis controlada de cálida y arrulladora impavidez. Se pueden hacer tantas cosas; abrir nuevas vías... aprovechar el frío para colorear las rosas de azul...