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Morrissey

miércoles, marzo 04, 2009

¡Oh las palabras autónomas!

Ilustración de Alberto Montt (www.dosisdiarias.com)



Ahora que acabo de salir del hormiguero, recuerdo un capítulo de los Simpsons en el que Homero el idiota, comía papas fritas flotando en una nave espacial –luego de haberse convertido en astronauta- y rompía con su cabeza una urna en donde una granja de hormigas era llevada al espacio como experimento. Una de las hormigas gritaba parcamente: ¡Libertad, horrible libertad!

Los árboles talados que se fueron a la basura convertidos en infinitos boletines de prensa y los bytes de mis canciones, de mi música fiel y fuera de foco. Esa que todos mandaban a callar en silencio. ¿Qué diablos es lo que cantas? ¿Por qué te sabes todas las letras? No las sé todas. El culo aplastado, las criaturas varicosas del sedentarismo acompañadas de su mejor amiga acné, la alopecia, esa angostura capilar que termina en vacío. Terribles compañeros. Nada de eso. El angustiante camino hacia la impostación de la voz y la impostura de postura. Me falta agudeza, malicia, visión, posición frente al mal de la burocracia, del acaparamiento del pastel. Me falta el villanismo clásico para ser una buena periodista. Me falta la suspicacia, me falta pensar en que el mal de los otros es siempre para uno. El criar enemigos y alimentar los chanchos con perlas. La insistente voluntad de la nulidad, del falso desapego hacia las pasiones, de la errada búsqueda del “tono” clave. El desafinado y poco alentador reporterismo mentiroso, maniqueo, aburrido. Ese maquillaje de la vida que se pretende hiperreal y termina siendo para-real. El peso del monstruo muerto a cuestas: ya no hace daño a nadie pero apesta. Me falta mucho para entenderme buscadora de la verdad, de los hechos, de los actos, de las acciones. Prefiero la mentira sincera, lo que verdaderamente se asume como ficticio y no se pretende reflejo de la realidad.

Hoy me rebelo contra el vicio de la redacción periodística. Contra su lógica maliciosa y torpe, ingenua y autoreferente. Contra ese cómo contar las cosas, ese cómo decir y asumir la voz hegemónica de la realidad. Contra ese Frankeinstein lleno de parches de retazos de palabras de los otros, arbitrariamente escogidos. Viva la crónica, el punto de vista de uno y la opinión honesta. Hay más sinceridad en asumirse detrás de la palabra, detrás de lo que se dice. Ser un verdadero artífice de la palabra y aguantarse las consecuencias.

Hoy yo digo: ¡salve libertad!

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Regresó Dalila!

Anónimo dijo...

Me imagino que al fin ya no te leeremos en El Telégrafo. Te felicito.

Rocío Carpio dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Dalila dijo...

Jajaja, ya van los envidiosos, como si no cachara quienes son... Nadie les obliga a que me lean. Es más, no me lean, ¿por qué entran a mi blog?

Una vez más, trabajen no envidien!

Anónimo dijo...

vaya, a los tiempos q me asomo y veo full contrapunteo.. la verdad creo que son solo complejos.. como tu dices.. trabajen y no envidien.. yo les diria.. que tarea de acomplejados... medio te conozco y conozco el pueblecillo en que se vive..

le vi a tu hermana Andrea la otra vez...

saludos.
A.Tobar...

Mr. H3rv45 dijo...

Me parece bien lo que haces. Yo quisiera rebelarme pero tengo que pagar unas deudas. Ya vamos a ver más adelante.