Ídolo

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Morrissey

lunes, abril 20, 2009

Tan simple como un western




Alguien me decía ayer que quizás la existencia sí se divide en buenos y malos. “Se dice que una película es mala cuando se polariza esta cualidad, pero lo que no nos damos cuenta es que en la vida sí existe la gente buena y la gente mala”. Yo estoy de acuerdo con esto, el problema del rechazo a esta catalogación espiritual fue la creación de estereotipos que no originó el cine pero que sí los popularizó en el siglo XX. Lo que empezó a incomodarnos fue el cliché y por eso quisimos empezar a creer otra vez que no hay buenos y malos, que no existe el bien y el mal. Que todos somos un incomprensible –porque nadie comprende bien las motivaciones que nos llevan a ello- acopio de maldad y bondad entremezclada, valga la redundancia.

Detrás de esos estereotipos que facilitaron la comprensión del mundo y de nosotros mismos, se esconde un misterio que quiso revelarse desde el arte, por ejemplo. Entrado el renacimiento, y sin contar el arte religioso, estos estereotipos fueron adoptados por la literatura; ahí empezó su universalización. Desde la literatura pasaron al hombre común, dejaron de ser condiciones divinas para transformarse en el umbral del alma humana. Pero yendo un poco más allá, los orígenes de la gran división se remontan al nacimiento de la cultura occidental cristiana. La eterna lucha entre el bien y el mal que el cristianismo emplazó como el condumio de la vida y la humanidad. Como el origen mismo de esto. La primera gran división fue claro, Dios y el diablo. Entidades y seres malignos existieron en todas las culturas, desde antes de Cristo, pero jamás como dos grandes fuerzas únicas enfrentándose por el control de las almas. Ahí enloquecimos todos. Ahí la humanidad se fue al carajo con la sugestión de la potencia del mal -y de la potencia del bien, por qué no-. Antes de eso era más bien difuso su efecto. No había entidades malignas aliadas ni un ser supremo del mal. Tampoco uno del bien, en el politeísmo, digo. Sospecho una adecuación histórica a esta bipolaridad, desde el talante humano. Quizás nos volvimos menos difusos, aprendimos a identificar nuestras zonas oscuras –a saber que son oscuras- y separarlas de las blancas. De la pulcritud. Eso que era un todo policromado se convirtió en un fichero de dos únicos cajones: el bien y el mal. En la mitología grecolatina, los dioses daban al hombre cualidades que les pertenecían, casi por capricho. Pero esas cualidades, o lo que hoy llamaríamos personalidad, no entraban en el concepto calificativo de buenas o malas. Simplemente eran opciones deíficas trasladadas los seres humanos.

Hoy -por hartazgo, por querer asesinar a la "ingenuidad", por el materialismo dialéctico o qué se
yo- volvimos a entremezclar los polos y nos negamos a creer en la maldad pura o en la bondad pura. Pensamos que todos somos dioses y demonios a la vez. Y le hemos dado poder a eso. Y con eso hemos creado la apología del mal. Podemos dañar como nos plazca y estaremos justificados por nuestra naturaleza humana. Gran error. Sí hay malos y buenos. Sí vivimos en un western. Quizás hayan muchos mezcladitos caminando por las calles, pero hay otra gran cantidad de puros. Tómese su tiempo y analice. Entenderá lo que digo.

1 comentario:

Nico el rico (despedida de solteros) dijo...

Y Dalila, tú eres mala o buena?