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Morrissey

lunes, mayo 31, 2010

¿Por qué ganó Juan Manuel Santos?



“Yo iba a votar por Mockus, pero mi ignorancia no me permitió entenderle nada. Definitivamente es un candidato demasiado inteligente para este país y por eso voté por el que sí le entendí y que quiere continuar con el cambio que inició Uribe hace 8 años. Cambio que ha permitido a esos residentes en el extranjero que nos tratan de ignorantes, que puedan venir con tranquilidad a visitarnos. Sí, porque hace ocho años no podían hacerlo. Tal vez en Lituania sí le entiendan”.



Se puede decir que esta “perla” encontrada en un foro de comentarios sobre un análisis del por qué Santos barrió en las votaciones ayer domingo, resume el sentimiento colombiano, y esa ambivalencia que determinó que en las encuestas de preferencias de voto, Antanas Mokus y Juan Manuel Santos aparecieran en un empate técnico. Cosa que no pudo estar más lejana de la verdad, ya que el apabullante 46,5% apagó las ansias triunfalistas de Mokus, quien obtuvo apenas un 21,5%.



Ahora, retomando la cita inicial de este artículo, se puede llegar a una conclusión muy decidora: la gente prefirió acción por sobre discurso. Los resultados de las elecciones colombianas son claras: el poder de los hechos, que fue el discurso con el que convenció Santos a la mayoría de la población, estuvo por sobre el poder de la palabra, principal estandarte de Mokus, quien de paso, tuvo varios tropiezos dentro de su discurso, para muchos inconsistente y con errores conceptuales.



Mokus, al parecer, le quitó el peso a las palabras al presentarse como un candidato críptico y poco claro en sus ideas, lo cual determinó que la gente le catalogara como no apto para el cargo de presidente. Santos, por el contrario, no arriesgó su imagen con un discurso verde y supuestamente innovador, sino que prefirió irse a lo seguro: relacionarse directamente con la fórmula exitosa (para muchos colombianos) del Uribismo y aprovechar sus “obras” como Ministro de Defensa de Uribe: la lucha contra las FARC y por su puesto, el gran golpe que significó la muerte de Raúl Reyes.



¿El ataque de angostura, Chávez y las relaciones rotas con Ecuador ayudaron al triunfo de Santos? Sí. Definitivamente. Sospecho que estos escollos diplomáticos y políticos lo que lograron -en la mayoría del pueblo colombiano- fue generar o alimentar un sentimiento nacionalista, que como todo sentimiento de esa índole, se asentó sobre la eterna polarización de buenos y malos. La idea épica del “enemigo” funciona perfectamente dentro de una sociedad que se siente amenazada en su seguridad interna y que busca un líder protector. Eso precisamente llega a ser Juan Manuel Santos dentro de esa lógica. Mientras que Mokus, finalmente fue percibido como una especie caricaturizada de lo que significa estar al frente de un país.



No es una somera coincidencia que, después de análisis comparativos entre la intención de voto y el voto real, se hayan puesto como perfectos contrarios a Santos y a Mokus. El magnate de los medios, proveniente de una aristocracia de poder versus el matemático y filósofo excéntrico. El uno ex Ministro de Defensa, el otro ex alcalde de Bogotá. La debilidad discursiva del uno, benefició a la acción directa y confrontativa del otro. No debe cogernos por sorpresa la decisión de los Colombianos, quienes obviamente sienten una simpatía por Mokus, lo cual hizo ver engañosas a las encuestas. No obstante, simpatía no es igual a voto.



Aunque, si se quiere hilar más fino, finalmente la gente se decantó por quien les ofrecía una respuesta concreta al fin de más de 60 años de violencia, desde aquel Bogotazo en el que se asesinó al líder del partido comunista Jorge Eliécer Gaitán, en 1948; hecho que desató la era del crimen y el terror en Colombia.

lunes, mayo 17, 2010

Del EDOC y últimamente


Do-marse

La viuda de Boris Ryzhy le pide a la documentalista que no trate de averiguar por qué Boris se suicidó. “Eso sólo puede sentirse pero no puede explicarse”. Luego, las caras de los rusos, congeladas por el plano fijo, congeladas por el frío y esa tristeza caucásica, medio achinada, que se aquieta en esos ojos azules o grises. Ahí, sólo ahí, al final del documental, sabemos por qué Boris Ryzhy se suicidó.

Pausa.

Lo hizo por desasosiego. Por tristeza endémica. Fue lo primero y lo último que pensé cuando empecé a ver el documental que se llama así: Boris Ryzhy. ¡Qué tristes son los rusos! Eso fue lo primero. Luego, algo más que eso. Almas robadas a la espontaneidad de la vida. ¿Por qué? Porque no hay otro lugar para donde conducirse. Lo malo, o lo peor ya pasó. La Perestroika y ese no saber a dónde ir. “La libertad absoluta de no saber qué hacer”. La entrada del capitalismo de un patazo. La mafia rusa y el crimen como el único y último refugio de la ley de la selva. No. Como último refugio del sinsentido de la falsa agonía de una utopía muerta y arrastrada como en los funerales del S.XIX. El muerto vestido y sentado en una silla, como si estuviese vivo pero más feo que nunca. Horroroso. De ahí el horror y el horrorizarse de los otros. “Si no matabas, morías”. Y Boris, el poeta, teniendo vergüenza de estar vivo en medio de tanta muerte.

Pausa.

Pero no fue por eso. Un amigo suyo, el mejor quizás. Con ese cuerpo de mamut siberiano, aclara: “A Boris no le respetábamos por ser poeta, sino porque era rudo”. Un matón de barrio. Un matón sensible. Que le escribía al barrio rojo –por sangriento- en el que vivía. A sus vecinos muertos. A sus vecinos hoscos. A esa cara rusa de boxeador porfiado. Porque una cicatriz inventada por un enfrentamiento con delincuentes, chechenos y gangsters era la predicción de dolor desde la infancia. “Una caída de niño, simplemente”. Pero la tragedia romántica dividiendo su rostro seducía a sus lectores. ¿A sus lectores? Boris ganó algunos premios en Rusia y murió ahorcado a los 26. Pero en su barrio nadie lo conocía y jamás habrán leído sus poesías. Al igual que su hijo. “No me gustan sus poemas”.

Pausa.

Domarse es convertir el espíritu. Pero me refiero a conversión. Que finalmente es revertir algo que era. Domarse no es domesticarse. Es ser otro desde las vísceras. Es como virar la piel y mostrar la carne, o virar la carne y mostrar la piel. Boris y toda la generación Perestroika se domaron hacia la crudeza del ser. Y la vida se convirtió en un camal. Y como no había piel –o estaba dentro- entonces todo dolía demasiado. Y entonces, Boris decidió nuevamente revertir el proceso. Como lo hacían todos: y la única respuesta era morir o matar. El punto más alto de la templaza.