Ídolo

Ídolo
Morrissey

martes, marzo 29, 2011

La virgen de la lujuria o el dos en uno


Dicen que la mujer ya dejó de ser el sexo débil porque puede hacer varias cosas a la vez. Trabajar afuera, cuidar hijos, limpiar casa. Falso. No se puede. Si solo me pasa a mí, entonces sigo siendo parte del sexo débil. Si les pasa a todas pero no lo quieren aceptar, entonces somos unas cojudas.


Ok, talvez en verdad mi cerebro funcione -como dicen- a lo masculino: una cosa a la vez. Se me parte el alma en dos cada vez que llego a mi casa por las noches, después de una jornada de trabajo y tengo que cocinar. Si tuviera hijos en este momento, morirían de inanición. Mea culpa: hay días en los que mi perro debe comer plátanos o cereal con leche porque me olvido de comprar su divertido alimento para perros. Yo sé que él me juzga, pero no puede decírmelo, sólo me mira con su cara de desaprobación y últimamente ha aprendido a quejarse de las maneras más sui géneris. Ni se diga con la limpieza del hogar, pero mejor dejémoslo ahí. El resumen es que me niego a ser todopoderosa porque simplemente es absurdo. Lo irónico es que mi resistencia-no-violenta frente a las exigencias sociales de los nuevos tiempos, finalmente solo me afecta a mí. ¡Mierda!


En fin, sigo leyendo estudios zoquetes que intentan explicar el “universo” femenino versus “la comarca” masculina y termino pensando que se trata nada más que de argucias mediáticas que lo único que buscan es convertir a la mujer en un ente de consumo. Aunque siempre lo ha sido, por supuesto, pero la idea es seguir incentivándola a ser económicamente activa, es decir, a ganarse el pan con el sudor de su frente y no con el de su marido, para así, tomar mejores y abundantes decisiones de compra. Porque ya saben, como podemos hacer “mil cosas a la vez”, también podemos comprar “mil cosas inútiles a la vez”. ¡Qué conveniente!


Finalmente, gracias a las tarjetas de crédito y dos que tres lesbianas teórico-práctico feministas (es una broma) nos hemos convertido en algo más que las vírgenes o putas que tanto nos gustaba ser. ¿Por qué? Porque era más fácil. Se nos daba natural, y se nos sigue dando. El problema es que hoy la ambigüedad de la practicidad es la que reina, y ya nadie puede ser lo uno o lo otro porque termina convirtiéndose en un fantasma arquetípico de otras épocas. El otro día veía la película “La virgen de la Lujuria” de Arturo Ripstein (México, 2002). Para hablar de la femme fatale (más claro, la puta) hay que remontarse sesenta o setenta años en el tiempo. Años cuarenta, guerra civil española, exiliados del franquismo en México. Ariadna Gil interpreta a una muy literal y casi hiperreal prostituta española que despedaza a un pobre hombre neurótico, que se pasma ante el poderío hipersexual e hipernocivo de la mujer fatal. Ella aparece en su vida sin que él la busque pero luego no puede dejar de auto castigarse siendo su esclavo. Él le lame los pies, ella lo insulta y le hace dormir en el piso. Pero él no la toca. No puede, porque dentro de todo el puterío desgarrado de la española, ella es su virgen inmaculada. Ella, boca roja y vestido negro de satín y encaje, se encarna en la paradoja sobre la que gira toda la rueda social de la humanidad: ser víctima y verdugo a la vez. Estar entre la huída y la persecución. Entre la inviolabilidad y el ultraje.


Más claro, aterrizando a la guachafería. La puta de los años cuarenta de este filme se desvive por un luchador que no quiere saber nada de ella, pero rechaza hasta llegar a la humillación más ramplona al pobre mesero varado en sus pies. Pues, porque sí. Porque se cumple la metáfora del absurdo: Se es puta con unos y monja con otros. Aunque en este caso, sea un paradigma de las normas y regulaciones del deseo… Porque fíjense, el deseo está regulado por parámetros que se nos escapan de la conciencia. Otro estudio absurdo que acabo de leer –absurdo para mí- en la revista Vanguardia, explica con la descarada venia científica, que las mujeres nos sentimos más atraídas por los hombres que exhalan más testosterona. Ahí es donde me quedé varada yo, exigiendo una explicación, pues según tal estudio, ese varoncito que se demuestra extra seguro y peludo (y tal vez calvo, por eso de que el exceso de testosterona causa calvicie), es el rey de la pista. Pues sí, no me va tal estudio, y exijo una explicación científica, a por qué a mí más bien siempre me han atraído los faltos de testosterona. ¿Cómo se explica eso? ¿A qué viene todo esto? Por supuesto, a que la puta de “La virgen de la lujuria” estaba atraída por la hormona ambulante y no por el deshormonado, que por supuesto, como gran final epopéyico, se convirtió en varón y tuvo un baño de hormonas masculinas, luego de cometer el heroico acto de matar al dictador Franco. Luego, la puta lamiéndole los pies. Fin.


Pero yo, pero yo.... Sigo exigiendo una explicación. No me conformo y por eso me hiperbolizo. Simplemente por joder, o por resaltar en extremo algo que quiero decir. No lo digo a gritos, lo digo con mi cuerpo y con mis ansias. No me rijo a las regulaciones del deseo. No acepto, por ejemplo, que las mujeres vamos más allá de lo físico, que podemos desear a cualquiera por el simple hecho de exhalar la hormona de la seguridad. No. Nada me conmueve más que un hombre bello fumando con el torso desnudo en la ventana, a la luz de la luna. Me conmueve hasta las lágrimas. La belleza me estremece. Porque sí. Porque es un nivel superior del deseo… En fin, que este post ya se fue por donde quiso. Otra vez continuaré…

1 comentario:

Anónimo dijo...

lindo..lindo.. otra vez.. me has hecho reír.. entre tu discurso.. puteador... el mas bello es el de tu franqueza al escribir.. cuando hablas es como si abrieras las piernas.. ups ...claro el contenido machista me a dominado otra vez.. y eso que casi no soy un homo declarado por que me gusta las hembras.. por q no le veo sentido el darse de palazos...entre varones..

un beso..
te mando.. un beso te envió.. bella y potente.. siempre Rosa presente..

el que aparece a veces..