Ídolo

Ídolo
Morrissey

sábado, mayo 21, 2011

Hang the DJ


(Un texto recuperado de un tiempo no muy lejano)


Hang the blessing DJ because the music that he constantly plays says nothing about my life.


Y entonces qué queda después de reducir todas las posibilidades. Queda esperar. Queda la niebla. La niebla a la que no sabes si decirle neblina. Porque el sentido a veces puede estar más allá de las palabras. Puede ser tan profuso como excesivo. Tan redundante por abundancia, que termina desperdiciándose por derrame. Porque su continente queda demasiado chico para la exuberancia.

Excederse en las urgencias, como siempre buscando trasponer algo que no tiene espacio. Como inventar un vacío para depositar allí aquello que no nos hace falta. Cortando la tela y remendándola con otro pedazo de tela diferente. Y mirar por la ventana durante tres horas, esperando que el paisaje algún momento cambie. Consolándonos con la variación de luminosidad, con la mentira de la noche. Como si el clima fuera a salvarnos de la orfandad. Como si esa desnudez congénita pudiera aliviarse con los pedazos de tela remendada. De nada sirve.

Es por eso que hay estaciones de buses, estaciones de tren, estaciones de radio. Es por eso que hay estaciones. Y meses, y distintos momentos del día, como para tapar lo evidente.

domingo, mayo 08, 2011

Consulta, madres y demás desmadres


En este día de la madre debo confesar que soy una pésima madre. Las tripas retorciéndose de mi perro se podrían escuchar a kilómetros. Hoy no va a comer nada, olvidé comprar su alimento. Por suerte él no me mira como su madre ni su ama. Cree que es mi marido, ya saben. Por eso me perdona. Ahora sólo duerme sobre mis ropas desordenadas y unos cuantos tillos de cerveza. Pero no se confundan, mi vida no es siempre así. Sólo ayer, sólo hoy.


Esta mañana desperté con una obligación absurda de abrir la puerta. Habría sido mejor lanzarse por la ventana. Ok, lo hice, abrí la puerta y me salvé. Luego, ya no logré dormir bien. La mañana es siempre dictatorial por más de que las cortinas logren mantener cierto nivel de oscuridad. Enseguida, escuchar música porque hay que ponerle algún sonido a la vida. Hay un sol luminoso, radiactivo. Hay que vestirse para la ocasión. Chancletas de dedo, vestido de flores. No encuentro calzón. Ok, sin calzón. Pero con unos leggins, tampoco se puede andar así por la vida… Mi madre entra, mira las evidencias y calla. ¿Qué podría decir? Nada. Sólo busca que me apure porque se muere de hambre y hay que cumplir con el ritual lo más pronto posible.


Calambres en el alma.


Se cumplió con la familia. Se dijo lo que se tenía que decir sobre la Consulta. Se engulló gigantescos platos de comida manaba. Se comió pasteles de todos los tipos. Y se dio una vuelta idiota por la ciudad para buscar algo que nadie quería. Fin del paseo familiar.


Por supuesto, no le agradezco nada a nadie. No tengo palabras bonitas que decir. Es un mero accidente genético mi estadía aquí. ¿Aprendí algo de alguien? ¿Alguien me enseñó a ser esto que soy? Pues no. Jamás he entendido a aquellos que alardean con un sentimentalismo terminal de que son quienes son gracias a su madre y etc. Me parece muy liviano ese concepto. O el dejar que otro te construya a su antojo. Por más dulzura, amor, respeto, bondad que haya. Incluso todo aquello busca algo objetivo. Busca moldearte. Prefiero la anarquía de las relaciones familiares. Las acciones sin fundamento ni derrotero. Buscarse la vida, buscarse la cara, buscarse el cuerpo, buscarse el gesto. Por uno, no por el otro.


Porque yo voy donde nunca estoy, donde nunca fui.


Así que en esta coyuntura política histérica en la que uno ya no puede decir nada ni a favor ni en contra porque te estampan contra la pared, se me viene a la mente que todos creían estar mejor en la tibieza post-caída-de-presidentes. ¿Qué dice usted? ¿Era más bonito así? ¿Demasiado furor para su gusto? Quizás. Aunque me salgan con tonterías históricas como el primer grito de la independencia y las revoluciones indígenas, pues el tiempo ha determinado que somos una cultura pasiva, rumiante eso sí. Nos la pasamos masticando la miseria de aquello que no somos y que quisiéramos ser, pero cuando lo tenemos cerca, lo odiamos inmediatamente con toda nuestra alma, porque –oh contradicción- simplemente no se parece en nada a nosotros. Entonces, me he iluminado de repente: nos gusta ser siempre los mismos. Ha de ser bonito andar a horcajadas por la vida, con el vértigo de la velocidad y el viento en la cara, pero… no gracias. No es para nosotros. Aquí está más bonito y confortable. Aunque todo sea eternamente terrible y mísero. Ya nos acostumbramos a eso, no nos lo quiten. Tal como los abuelitos que se aferran al teléfono de disco, no porque les guste marcar en círculo, sino porque se acostumbraron a gritar cada vez que hablan por el auricular. Y ese es un gusto que nadie les puede quitar. Ni siquiera un teléfono digital. Igual van a gritar. Aunque la ilusión de progreso nos ha devuelto exactamente al mismo lugar: seguimos gritando por el celular porque nunca nadie nos oye o no nos oyen, o se nos va la señal, o entré a un puente… Entonces, ¿Para qué cambiar no señora?


Yo solo tengo una pobre antena, que me transmite lo que decir.


Pero ahora diremos –según varios- “yo sólo tengo una pobre cadena, que me transmite lo que decir”. Llevo una semana sin prender la tele. He vuelto a la vida. Aunque ahora estoy pegada al youtube haciendo un repaso histórico de la música. Loable labor. Eso es vida. Ya veremos luego a quién hay que patear en el culo cuando nos vayamos a la mierda, o a quién besar cuando subamos al cielo, con aureola y todo. Por ahora, hay que brindar por el verano adelantado. Se nos vienen cuatro meses por lo menos de sol intenso. Compre su chancleta ya. Aprenda a vestirse para el calor. No salga ataviado igual que cuando llovía. Qué, ¿no ha mirado al cielo? Ya no necesita esa gorda chompa por dios. Y usted señorita, ya bote las botas de montar, hágale a la sandalia. Seamos consecuentes aunque sea con el clima. Pero, claro, con eso de que nos gusta ser siempre los mismos, no podía ser de otra manera. No aceptamos que aquí también puede hacer calor. Nos gusta vestirnos igual siempre. ¡Claro, somos andinos! Hay que arroparse ad infínitum.


Bueno, eso es todo en este fin de semana radiactivo. Hasta mayor aviso. No olvide ponerse bloqueador y aprenderse el insulto de turno. Le servirá de mucho.